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Mostrando entradas de agosto, 2012

En el nombre de los dioses

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    Desde lo más remoto de los tiempos, digamos mejor desde que alguien tuvo la genial idea de inventar un dios y poner en su boca las leyes que por sí mismo no era capaz de imponer, la humanidad cuenta con un extenso catálogo de barbaries cometidas, justificadas por el mandato divino de las deidades fruto de la imaginación del hombre.     Nunca alcanzaremos saber si existe un dios real, por eso se acuñó el término fe, que soluciona el problema de forma rápida. La fe es lícita, aunque pueda adormecer la mente, como sugirió Marx con su ocurrente "La religión es el opio del pueblo". El miedo a la muerte es un alimento voraz para que creencias y convicciones no precisen del comprobante empírico que normalmente exigimos a cualquier conocimiento por insignificante que sea.     Creer no es malo en sí, como mucho, en caso de que ningún dios sea al fin real, nos llevaremos la desilusión de no despertar ante el tribunal que nos habría de juzgar en el Juicio Final. Será un sueño et

Huyendo de los tópicos

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Günter Grass, Premio Nóbel de Literatura. Hoy he encontrado dulzura en el alemán. Tiene su mérito, en verdad, aunque no sea mío, sino de la interlocutora que ha corrido el tupido velo que sólo nos permite oír una lengua agria, seca, cortante, casi desagradable a veces. Y es que cuando a algo, o a alguien, le colgamos un sambenito, teniendo quizás parte de razón, caemos en una generalización que se antoja injusta y exagerada. No cambio a una andaluza hablando ese español susurrante, preñado de gracejo y negros ojos que se clavan en el alma, hiriéndote de voz y mirada para el resto de tu vida. No cambio a la sonrisa palmesana que, en mallorquín, me acarició el oído mientras me contaba nuevas historias de juventud, al son de la marea que iba y venía sobre la playa desierta, a última hora de la tarde. No cambio el deje que llegó de Chile a recordarme que el español también se canta al hablarlo. De la brisa del Pacífico, como las sirenas de Ulises, llegan sones que nos llaman a su

Pastel de Mantequilla con crema de leche

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    A menudo, los más pequeños detalles son los que nos prestan mayores satisfacciones, sobre todo por lo sencillo que puede resultar que formen parte de nuestra cotidianidad, aunque, de la misma manera, sencillamente, pueden pasarse por alto y no disfrutar de ellos como deberíamos.     Es curioso que mi hija Ariadna, en su blog www.lassonrisasnosoncaras.blogspot.com, ha afrontado el mismo tema, aunque desde una perspectiva diferente. Y cuando pensamos en ello, ambos estábamos separados, ella en Hameln y yo en Lüneburg. Quizás es que nuestras preocupaciones son similares, o nuestra forma de ver la realidad. O que desde nuestro prisma de escritores, aficionados pero escritores al fin y al cabo, traspasamos la pantalla de rayos x y vemos más allá del mero paisaje.     En los breves momentos de descanso de los que he disfrutado durante estos días, básicamente en la hora de la comida, tocaba paseo por la pastelería local. Bäckerei, que llaman aquí. Y he recuperado momentos de la niñez,