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Mostrando entradas de 2016

La biblioteca de la buhardilla VIII: La casa del Belén.

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Lolita Lombao vivía en una casa del Belén. Cada noche sus ventanas se iluminaban de rojo inesperadamente y la vivienda iba y venía de la oscuridad a la luz, espolvoreando su reflejo sobre un fino hilo de lluvia que regaba de rojo toda la calle siquiera por un momento. Xanín esperaba ver toda aquella magia acurrucado tras su ventana al otro lado del descampado, invisible a aquellas horas de la tarde. Algunas noches no sucedía. A la magia me refiero. La casa de la amiga de su madre permanecía a oscuras como si el prestidigitador hubiese olvidado su varita en el camerino y no hubiese conejos para sacar de la chistera. Entonces Xanín se bebía el vaso de leche tibia y se marchaba a dormir a las puertas de la desilusión. Cada noche se sentaba tras la ventana mientras su madre preparaba la cena para la familia. El reflejo intermitente de su propio Belén le iluminaba el rostro como un rubor espontáneo que duraba lo que un parpadeo. Cuando la casa de Lolita Lombao se iluminaba, Xanín corrí

Confieso que he leído XII: Rue des boutiques obscures, de Patrick Modiano.

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Suelo ser reticente a la lectura de obras premiadas o de autores premiados. Y mira por donde con esta obra del francés Patrick Modiano he matado dos pájaros de un tiro: la novela es Premio Goncourt y su autor Premio Nobel de Literatura. No sé cual fue el detonante que me llevó hasta ella, o hasta él, pero lo cierto es que ha resultado ser un momento de iluminación importante, porque Modiano es un autor premiado con justicia. Su prosa es ágil, concisa. Sin adornos innecesarios, ni concesiones a esa literatura recargada que tan a menudo suele reconocerse con galardones a toda luz inmerecidos. El autor va a lo que va, a contarnos una historia de una búsqueda, la de sí mismo, que emprende el protagonista, que ha sufrido un lapsus de memoria, una amnesia que él no sabe de donde procede, pero que le embarca en una investigación de lo más singular. Modiano profundiza en las miserias del protagonista, sobre todo en lo que se refiere a su temor de que no le llegue a gustar lo que descubra

Confieso que he leído XI: Manual de Jardinería (para gente sin jardín), Daniel Monedero.

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A estas alturas mías, a la edad me refiero, va resultando cada vez más difícil que nada me sorprenda o, al menos, me deje un regusto a nuevo, a terreno virgen, que le reconcilie a uno con la literatura, entre otras cosas, y abandone durante un tiempo esa sensación de más de lo mismo que muchas veces nos acogota el alma. Llevo mucho leído en este 2016. Y mucho escrito. Y hace poco me encontré con una lectura que me gustaría no haber leído nunca. Jamás. Porque quisiera haberla escrito. Ser su autor, su padre, su madre y su espermatozoide más rápido en la carrera por llegar a las galeradas. Pero no fue. E inclinado el rey, admitida la derrota, no queda más que disfrutar de una lectura fresca, inesperada, útil para el alma y los sentidos, que es mucho decir. Se trata de un conjunto de relatos que prestigian a su editorial ya prestigiosa de por si. Daniel tiene mucho oficio. No es que escriba, es que es Escritor, que no es lo mismo. Sabe lo que quiere contar y, aún más importante, lo