Entradas

Mostrando entradas de 2017

La biblioteca de la buhardilla XI: La voz de la Navidad.

Imagen
     Un niño se sentaba en la acera, con la espalda apoyada en la pared del colegio, cerrado aquel día, contemplando el ventanal del balcón del primer piso del edificio que quedaba enfrente de la escuela. No jugaba, ni leía, ni siquiera se impacientaba. Tan solo aguardaba. Apenas coches en la calzada, las mujeres sacudían las mantas y alfombras, sacaban el polvo de los muebles y espolvoreaban la calle de aroma a guiso y hogar, a través de  las ventanas abiertas de par en par a pesar del frío del invierno reciente. - ¿Qué haces ahí sentado? - le preguntó al niño una mujer que pasaba hacia el mercado. - Espero - contestó. - ¿Y qué esperas, si puede saberse? - insistió - A los ángeles cantando al Niño - respondió inocente. - Qué niño más gracioso. Los ángeles no cantan, ricura.  - Aquí sí. Todas las Navidades viene un ángel a cantar. - ¿Tú de quien eres, chiquillo? - Soy hijo de Manola. Vivo ahí al lado. Mi madre también canta muy bien. Pero cuando vinimos a vivir aqu

Penísula poesía IV: Le dormeur du val, Arthur Rimbaud.

Imagen
En la primavera de 1980, mi profesor de francés nos puso como ejercicio el escuchar una canción y tratar de entender la letra. Era algo que nos encantaba, porque salía de la rutina de una clase normal. En aquella ocasión, la canción se quedó para siempre en mi memoria y en mi corazón. Aquel disco, que luego compré y aún conservo, es una colección de canciones impagables, cantadas con un sentimiento difícil de encontrar, pero la que cierra el LP tiene el sabor de lo especial. La canción trata de un hombre que acaba de recibir la documentación para incorporarse a filas, algo que él no piensa hacer. Se titula "El desertor" y es una canción anti belicista con letra del inolvidable Boris Vian.     Pero no fue sólo la canción lo que convertía al último corte del disco en mítico. Previamente a la canción, Serge Reggiani recitaba un poema, "Le dormeur du val" de Arthur Rimbaud. Primero me impresionó la forma de recitarlo: abundaban, y abundan, los que confunden recita

Confieso que he leído XVII: Distintas formas de mirar el agua, Julio Llamazares.

Imagen
No sé si volveré a escribir. ¿Para qué si lo que me hubiera gustado escribir ya lo ha escrito Julio Llamazares? O quizás deba hacerlo aún con más razón, porque he encontrado ese libro de texto que todos los que aspiramos a que algún día nos llamen escritores buscamos. Quería escribir desde la sencillez, y la sencillez encontré. Quería descubrir una prosa límpida, transparente, y pude ver el fondo de la historia porque las palabras no tapaban nada de lo que el artista quería decir. Quería encontrar una forma de mostrar la belleza de la nostalgia, y esa belleza encontré. Quería aprender palabras que me acercaran a las cosas que cuento, y había muchas debajo del árbol aún sin ser Navidad. Y es que Julio cuenta la misma historia una vez. Dos. Tres. Muchas. Una por cada personaje implicado. Al estilo de Naguib Magfuz en "Festejos de Boda", del que ya hablamos en   Confieso que he leído IX , o de Luciano G. Egido en su "La fatiga del sol". El primer capítulo es i

Leer para escribir IV: Isabel Hernández, mi Maestra.

Imagen
    Hace unos días compré por internet un ejemplar del Diccionario de uso del español abreviado, María Moliner. De segunda mano. No tenía ningún diccionario en mi casa de Alemania y, aunque utilizo el de la RAE online, me gusta el manejo del libro tradicional. Un comentario de mi hija puso mis recuerdos a trabajar. Ella me dijo que pertenecía a la generación de las nuevas tecnologías, y prefería los recursos informáticos.     Ese comentario me hizo pensar a qué generación pertenezco yo. Uso con normalidad y naturalidad los recursos informáticos, pero abandonar el diccionario me parecería ser infiel con el esfuerzo que realizaron mis maestros y profesores, no es lo mismo, en mi educación escolar. Y vino a la memoria, una vez más, mi querida tutora de tercero de primaria, Isabel Hernández, en el colegio de los Padres Franciscanos de Alicante.     Sólo estuve un curso con ella, pero los pequeños hábitos que inculcó en mí llegan hasta hoy en día, cuarenta y cuatro años después. Fue m

El cortejo de las musas III: Soñar para escribir.

Imagen
Quiero escribir. Aparto los aparejos y me niego hasta la más mínima letra. Ni pensar en una palabra entera. Utopía la frase. Milagro el párrafo y para el cielo fiáis una página siquiera. He de soñar primero. Dejé Coruña. Dejé Novelda. No vivo en Hamelín, donde el flautista, aunque mi yo real camine por ella. No lo contéis a nadie, pero en realidad vivo en una vieja aldea inexistente de la Costa da Morte. He venido hasta aquí para que sus moradores imaginarios me cuenten una historia que escribir. Están enfermos, todos. Morirán. Algunos al menos. El cura no. La mala hierba ya se sabe. Vendrá un visitante de un pueblo del mar de Iroise. Su aldea quedó enterrada bajo cruces sembradas por la misma enfermedad. Él también murió, y al fallecer se refugió en el bosque de Broceliande cuyas crónicas me permite contaros. Era un druida. Merlín fue uno de sus ancestros. Recorro las calles del pueblo, casi difuminadas en el olvido; la costa, ora rocosa, ora mansa playa, me lleva hasta el puert

Península poesía III: Pido silencio, Pablo Neruda.

Imagen
 La manera en la que se construyen nuestros gustos surca los más variopintos caminos. La forma en la que llega a nosotros una canción, un poema, una historia es, a veces, tan hermosa como la propia obra. Y este es el caso que nos ocupa hoy. Son muchos los años que me separan de un boletín de aquella famosa revista "Discoplay" en el que anunciaban un casete de Rosa León titulado "Al Alba". A la llamada de tan famosa canción, lo compré. Entre el resto de temas, el disco es una joya, se encontraba uno titulado "Pétalo", compuesto también por Luis Eduardo Aute. Su primera estrofa es toda una aventura: "Pétalo, en la página once muerto, buscando los últimos versos: Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer" Esos dos versos de Neruda comenzaron a ser una obsesión. Aunque luego en la canción el autor llama Estravagario al poeta, en ningún momento supuse que ese era el título del poemario en el que vivían esos dos versos. Debía caminar el

El Gran Akiba II (Confieso que he leído XVI): Kasparov y sus geniales precedesores I

Imagen
     Cuando hace algo más de cinco años llegué a Alemania, en mi maleta no llevaba nada que no fuera lo imprescindible para los primeros días. Ropa y poco más. Las únicas excepciones fueron mis trebejos de ajedrez, los primeros que compré con mi dinero allá por 1979 en mi queridísima tienda de Juguetes Elías, y un ejemplar del primer volumen de "Mis geniales precedesores" de Gary Kasparov. Esas piezas son como las flechas del amor que cantaba Karina, van conmigo donde quiera que voy.    Fueron mi única compañía entonces, aparte de las comunicaciones vía Skype con la familia. Tras recorrer la historia de los jugadores anteriores a los campeones del mundo y la vida y obra de Steinitz y Lasker, primer y segundo campeón del mundo respectivamente, arrinconé el libro. En realidad, arrinconé al ajedrez como nunca antes lo había hecho. Jugaba poco, leía poco, hablaba poco de él. Y lo poco que jugaba, mal, rematadamente mal.    Desde hace un mes, Caissa ha vuelto. El tablero me

El Gran Akiba I: De las herencias recibidas: dos novelderos y Karpov.

Imagen
El ajedrez es un juego que suele darte tantas alegrías como disgustos. Si en otros deportes uno puede justificarse en la derrota, culpando al árbitro de ella, al aro demasiado duro o a lo mal que estaba la pista, aquí argumentos al azar no caben y si pierdes es en exclusiva por errores propios. Por ello, perder, puede ir acompañado de una sensación de impotencia bastante intensa, sobre todo cuando no somos capaces de entender los porqués de tal derrota. Y todo ello no es fácil de asimilar, por muy buena cara que uno ponga tras la partida, y se conserve la básica educación felicitando al rival.         Eso, sin duda, es la parte dura de nuestro juego. Uno puede aceptar que otro humano corra más, salte más, o coma más huevos duros en una hora. Pero asumir que el de enfrente piensa mejor que tú, ya es harina de otro costal.         Pero por suerte, el ajedrez no es sólo competir. Su historia, el conocimiento de su técnica, el estudio de las mejores partidas de los grandes jugadores de

El Gran Akiba 0: nueva sección.

Poco a poco voy a ir abandonando mi blog "El Gran Akiba" donde subía artículos de ajedrez, para incorporarlos a este "Crónicas de Broceliande". Comenzaré por trasladar aquello que creo que merece la pena conservar antes de escribir artículos nuevos en esta sección. Espero que os guste.

Península poesía II (Confieso que he leído XV): El invierno a deshoras, Valeria Correa Fiz.

Imagen
Llevaba tiempo sin leer poesía. Demasiado diría yo. Pero hace unos meses leí un libro de relatos de Valeria Correa Fiz, "La condición animal" que me gustó especialmente. A poco de terminar, llegó la noticia de la publicación de su poemario "El invierno a deshoras" lo que despertó mi curiosidad. ¿Porqué? Por varias razones: en primer lugar, me atraen los autores que compaginan la prosa con la poesía, siempre encuentras restos de una en la otra y viceversa, y ese mestizaje suele ofrecer piezas de especial belleza. Manuel Rivas, José Luis Ferris, Luisa Castro pueden ser algunos ejemplos válidos. Y en segundo lugar, porque me suele resultar muy atractiva la voz narrativa o poética de una mujer. Quizás sea por aquello de ser una voz "desde el otro lado" de mi propia sensibilidad, una visión diferente de la realidad y la fantasía.      Y sí que fue muy distinta. Sentí como si mirara dentro de un espejo, tres metros más allá de su línea de reflejo, viendo la

Confieso que he leído XIV: No volveré a tener miedo, Pablo Rivero.

Imagen
Que un actor conocido publique una novela, suele ser inquietante. Más que nada, porque uno piensa que lo que trata es de aprovechar su popularidad para vender libros, tenga o no el don de la literatura en sus manos. Pero esto no me ocurrió con Pablo Rivero, nuestro Toni Alcántara de la serie "Cuéntame como pasó". No me ocurrió porque Pablo afirmó en una entrevista, que se había tomado un año sabático en el rodaje de la serie para terminar la novela. Ello demuestra que se toma en serio el oficio y se ganó todo mi respeto. También consiguió que comprara su obra en cuanto se editó. Y no me arrepiento. Es una buena novela, sobre todo si tenemos en cuenta que es la primera del autor. Se nota que está aún buscando su voz literaria, la segunda mitad está mucho mejor escrita que la primera, y el último cuarto goza de momentos brillantes de escritor curtido y con talento. De hecho, en esa primera mitad encontramos alguna reiteración, expresiones coloquiales en boca del narrador qu

El cortejo de las musas II: Representar los recuerdos.

Imagen
A veces un detalle insignificante puede hacernos reflexionar profundamente, o revelarnos una idea que siempre ha estado presente y que, por alguna razón, se escondía en algún rincón de nuestra mente. Eso ocurrió el otro día cuando un simple cartel de una inmobiliaria, anunciando la venta de una vivienda, obró de catalizador de una nueva perspectiva sobre los recuerdos. Antes de volver al dichoso cartel, empezaré por el otro lado de la historia.       Cuando mi madre falleció en 2005, fuimos desmontando lo que había sido su hogar. Y que había sido el mío hasta que me casé. Allí estaban los muebles que vistieron mi niñez y juventud, cuadros que prometían paisajes, adornos sobre los estantes que resumían la vida de toda la familia, libros que siempre esperaron ser leídos, muchos lo fueron. Pero aunque formaban parte de la historia familiar, el hecho de haber convivido con ellos hasta ese 2005 me privaba del paso atrás que precisan los artistas para ver con perspectiva su obra. Rec

Trovadores II: Alumbrando una canción.

Imagen
Cuando era crío, pasamos una temporada en casa de unos familiares esperando que nuestra vivienda estuviera terminada. En la habitación en la que dormía, mi prima tenía un póster que decía "Merece la pena vivir". Han pasado más de 40 años de aquello, toda una posguerra diría yo, y aquella frase sigue vigente y actual en mi mente. Mis canciones suelen girar en torno a unos pocos temas: la alegría de vivir, la libertad y los afectos. Casi siempre van unidos, de la mano, no entiendo el amor sin libertad, ni la libertad sin el amor a la vida. El amor lo envuelve todo: tu pareja, tus hijos, tu familia, tus amigos, la tierra, la patria, grande o chica, que cada uno la entienda como quiera. Hace ya mucho tiempo que escribí una canción sobre mi visión particular de la vida, esa lucha que siempre he mantenido conmigo mismo por conservar el optimismo, por no perder esa dosis de inocencia y niñez que todos deberíamos mantener, por saber descubrir la magia de las pequeñas cosas

La biblioteca de la buhardilla X: Ella.

Imagen
       Aquel día aguardé el anochecer sentado en la playa. El murmullo del mar escondía los ruidos de la ciudad a mis espaldas. Cerca de la medianoche comenzaría la marcha que nos llevaría hasta el monasterio de Lluc. Había quedado con mis amigos en la salida, en el centro de Palma, poco antes de las doce. La espuma del oleaje se acercaba a mis pies descalzos cada vez con más ímpetu, pero aquel era un crepúsculo de agosto muy caluroso y las idas y venidas del mar no significaban ninguna amenaza.       Encaramos los cincuenta kilómetros de caminata con jovial optimismo. Pasaríamos por pueblos y aldeas que nos ofrecerían bizcochos, empanadas, refrescos, vino y licores. Sobre todo vino y licores. Una multitud encaró la salida de la ciudad. Cientos de personas formábamos un pelotón alegre y cantarín. El cansancio llegaría después. Los primeros kilómetros fueron separándonos los unos de los otros. Fuera de las ciudades, reconocíamos las siluetas de quienes nos precedían ayudados por la

Trovadores I: Escribiendo canciones.

Imagen
        Si tuviera que recordar la primera vez que comencé a escribir, no sabría dar con la respuesta correcta. Ya de crío quería escribir los más hermosos cuentos de hadas, que ya estaban escritos, claro. En la pubertad intenté contar las historias de una banda de mocosos con aires de adulto, que resultaron estar ya publicadas por Enid Blyton. Así hasta que ya en la juventud, fui encontrando cosas originales para contar. Pero como decía, uno no sabe bien cómo comenzó todo.        En cambio, el escribir canciones sí que tiene un inicio concreto y justificado. Aquello ocurrió ya en el Instituto, en 1º de BUP. En las excursiones, recreos y demás reuniones espontáneas de la clase, había un compañero que amenizaba al personal con su guitarra, cantando canciones de Tequila y, sobre todo, de Los Pecos. Carlos se llamaba aquel trovador.       Llegué a odiar a los Pecos, y a Carlos. Y a su guitarra. Y no sólo yo, casi toda la parte masculina de la clase que, con cara de circunstancias, le

Summa Artis I (Patio de butacas VI): Altamira

Imagen
"España, tan bonita y tan injusta". Estas palabras puestas en boca de Marcelino Sanz de Sautuola, descubridor de las Cuevas de Altamira, encajan perfectamente en una descripción sumaria de nuestro país. En realidad fue su hija quien las encontró y así lo reconoció siempre el padre. Ignoro porqué esta película no ha tenido mucho más éxito que las discretas taquillas cosechadas. Seguramente tiene mucho que ver con la injusticia que proclamaba el protagonista. He tenido que recurrir a Amazon para comprarla, pues cuando estuve en España ya la habían retirado de cartelera, y saciar la curiosidad que la asignatura de Arte Prehistórico había despertado en mí sobre la figura de las cuevas de Altamira. La película es excelente, salvo por el pequeño detalle de que al director se le olvida que españoles y latinos no es lo mismo, y la banda sonora parece más de un ambiente azteca que del norte cantábrico de nuestro país. Tampoco los rasgos de la mujer de Marcelino son muy españoles

Leer para escribir III (Confieso que he leído XIII): Velocidad de los jardines, Eloy Tizón.

Imagen
He de reconocer que los libros que leo suelen sufrir algún que otro ataque de mi rotulador. Unas veces para resaltar frases especialmente hermosas o que invitan a la reflexión, otras para marcar giros, expresiones, recursos literarios de los que aprender del autor.  En el caso de "Velocidad de los jardines" me temo que tendré un problema cuando quiera releerlo, porque las palabras de Eloy Tizón andan escondidas detrás de un bosque inmenso de subrayados, anotaciones, flechas que van y vienen a los márgenes, admiraciones enmarcadas en círculos apasionados, sonrisas que a veces dibujo para resaltar mi estado de ánimo al leer. No recuerdo cuánto tiempo hace que no aprendía tanto de una lección tan bella. El listón de escribir con decoro lo veo hoy mucho más alto que hace unos días cuando empecé a leer esta Velocidad de los Jardines. Pero también es cierto que la instrucción recibida es inmensa. Cabe tanta belleza en el relato como en la poesía, y las líneas de es

Leer para escribir II: leyendo a Medardo Fraile

Imagen
Ayer me di las buenas noches con un relato de Medardo Fraile: "El retrato". Casi cualquier lectura del autor es perfecta para irse a la cama con un buen sabor de boca. Aunque quizás no sean los más adecuados para serenar la mente, porque suele invitar a la reflexión,  pero no siempre la literatura es un arte, depende de las manos de las que provenga,  y con Fraile uno puede estar bien seguro de que lo que va a leer merece mucho la pena. Y la verdad es que, aparte del buen rato que pasé como lector, uno se fue con una bellísima lección de Literatura creativa. Con que sutileza, finura y delicadeza es capaz Medardo Fraile de hacernos ver los matices de las personalidades de tres de los cuatro personajes del cuento, sin mencionarlos siquiera. Habla el relato del retrato de uno de los protagonistas, ya fallecido. Además de este personaje, aparece una familia que fue sirviente en la casa del difunto, girando la historia alrededor de una misa de aniversario de la muerte del re

Patio de butacas V: Romeo y Julieta de Gounod

Imagen
A lo cotidiano de la historia ideada por Shakespeare, contrastaba lo desconocida que era para mí la ópera de Gounod . Y sus protagonistas también, pues es la primera vez que escucho a la alemana Diana Damrau y al italiano Vittorio Grigolo. No será la última, porque tienen voces muy hermosas y las muestran muy bien. Sobre todo ella, que es una soprano prodigiosa. Creo que casi todo el elenco de compositores clásicos se ha atrevido con Romeo y Julieta: Beethoven, Chaikovsky, Saint-Saens, Prokofiev, entre otros. Gounod creó una ópera bellísima, donde tenor y soprano pueden lucirse sobre todo en los fraseos, pues no hay demasiado lugar para los agudos espectaculares, muy bien dosificados, y sí para el arte de la romanza, el dúo, y un cuarteto corto pero impagable. El coro también tiene su espacio, aunque breve, que le permite lucir sus galas. Obviamente no es una obra menor, cuando grandes dioses de la ópera como Alfredo Kraus y Jussi Björling la llegaron a grabar en disco. Resulta b

La biblioteca de la buhardilla IX: La última noche de Luis XVI.

Imagen
Mi cuello, perderé mi soberano cuello mañana al amanecer. ¿Es posible que esto me ocurra a mí, un cuerpo divino, un hombre que es rey porque Dios eligió su estirpe de entre todas las mortales? ¿Dios? ¿Divino? Incluso yo mismo he llegado a creer todas esas pamemas que el pueblo ha creído durante siglos. Y será esa chusma la que acabará con la mentira que con tanta paciencia ha soportado. Al alba se descubrirá la verdad cuando la guillotina separe mi cabeza de mi alma. ¿Porqué yo? ¿Porqué la resignación ha tenido que desaparecer cuando me ha tocado a mí gobernar? ¿Es acaso justo? Pagaré mis pecados y los de cuantos me precedieron; recaerá sobre mi nuca toda la rabia heredada durante generaciones. Ahora, enfrentado al cadalso, comprendo cuanto ha tenido que sufrir este pueblo por culpa de mi soberbia, de mi injusto sentido de la justicia. Cuántas hermosas mujeres he ordenado matar para así sellar unos labios que me recorrieron sin más afán que buscar la geografía justa de mi placer. Int

Patio de butacas IV: Nabucco

Imagen
Hoy he visto al público de Nueva York entregado a Plácido Domingo. Cantaba el hombre el rol de Nabucco en la ópera del mismo nombre y la verdad es que, a punto de cumplir 76 años, sigue emocionando con su hermosa voz y su forma apasionada de interpretar. Uno no puede más que sentirse orgulloso de ser su paisano y que pasee el nombre de España por todo el mundo. Se ha "bajado" al rol de barítono, donde la voz no le juegue una mala pasada con la edad. Pero es tenor, y ha habido un par de veces en los que las notas con las que culminaba algún aria o pasaje no están al alcance de cualquier barítono. O de ninguno. En el intermedio han entrevistado a los cantantes. El único que no estaba endiosado era precisamente el único dios entre ellos: Plácido, que ha contestado con su forma campechana de hablar, explicando lo que significaba para él interpretar la ópera desde el otro lado, ya que años atrás la cantaba como tenor, un joven soldado enamorado de la hija de Nabucco. Es