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Mostrando entradas de abril, 2020

Confieso que he leído XX: Seda salvaje, Eloy Tizón.

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    Escribir en primera persona una novela, aunque se trate de una novela corta, es arriesgado. Ya en un relato puede resultar pedante, egocéntrico más bien, ya que todo en la historia gira en torno al narrador-protagonista, pues difícilmente aparecerá otro punto de vista que no sea el suyo. No voy a decir que huya de los textos escritos con esa perspectiva, pero si que los recibo con algún recelo, los supongo sospechosos de no encontrar en ellos lo que prometen.     Pero Eloy Tizón no es un escritor cualquiera. Sí, me di cuenta enseguida del narrador elegido: no llegó la suspicacia en ningún momento, tampoco la esperaba. Podría Eloy escribir una novela de mil páginas con apenas quinientas palabras distintas, y sería una obra hermosa en la que no echaríamos nada de menos, porque con pocos ingredientes, es capaz de combinar un guiso que sacie a los paladares más exigentes. Eso es Seda salvaje, la historia de una obsesión, que no voy a desvelar aquí, llevada al extremo, contada como

El cortejo de las musas VII: Cuando los personajes escriben.

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    Hoy he tenido una de esas experiencias al escribir que hacen que creas en las musas. Ya sé que no existen, o que te tienen que visitar mientras escribes, pillarte in fraganti, pero lo que los grandes escritores cuentan de que muchas veces son los personajes quienes escriben la historia, o que es la historia la que se va narrando a sí misma y que tú no eres más que un simple medio, es también algo muy difícil de creer.     Hoy he creído. Y he creído porque me ha pasado, quizás por primera vez, o por primera vez he sido consciente de ello. Andaba la historia por una iglesia, donde dos hombres querían hablar con el párroco. No sé porqué, en el último momento he decidido que el cura no estaba en la sacristía y que el sacristán les recibía, pidiéndoles un rato de espera. De pronto, uno de los visitantes reparaba en algo del entorno y hacía mención de su belleza, y sin pensarlo demasiado, le he conferido al sacristán unas habilidades que ni yo mismo me esperaba, ya que él era el arte

Cuaderno de bitácora III: La noche.

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    Había llegado a la cima de la montaña a primera hora de la tarde. Buscó el mejor asiento desde donde ver el horizonte al oeste. Lo encontró entre unas piedras donde aromaba el tomillo y las abejas zumbaban entre flores que comenzaban a pensar en plegarse sobre sus pétalos. Aguardó el crepúsculo envolviéndose del adormecer rojizo del cielo que comenzaba a disipar las sombras que se reflejaban sobre la tierra. A su espalda acudían los primeros astros,  la luna se escondía tras los riscos vecinos, prometiendo asistir cuando la noche hubiese terminado de llegar. Desde allí vio desaparecer el paisaje a su alrededor, sólo quedaron pequeños puntos de luz que brotaban de las ventanas, diminutas para su vista, que presagiaban vidas que él sólo podía imaginar.     Y llegó la noche, esa a la que esperaba, a la que tanto temía y amaba a la vez; mucho tiempo sin estar a solas con ella, siempre a mano una luz que encender, una voz a la que escuchar, alguien a quien abrazar; sobre aq

Trovadores IV: Luis Eduardo Aute (1943-2020)

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De alguna manera tendré que olvidarte, dejarte de vez en cuando en algún rincón de mi memoria, porque cada letra tuya, cada verso desde tu voz, acerca recuerdos de un tiempo que no entendería sin tus canciones. De alguna manera tendré que olvidarte, porque no soportaría la noche más larga que llega tras el alba, el dolor de aquel hombre cuya muerte programada protestabas con unos versos que tantas veces repetimos, parapetados detrás de una guitarra con la que imitábamos tus acordes. Sí, de alguna manera tendré que olvidarte, porque en todos estos años en los que caminamos hacia la utopía, no hemos conseguido  llegar a esa Albanta deseada, allí donde no existen hombres que mandan, las ciencias no son exactas, y el cielo no dice nada. Tendré, sí, que olvidarte, pero seguiré buscando esa tierra que prometiste y que debe esperarnos en algún lado. Quizás detrás de un dibujo de tu hijo, Pablo, ese que estará por ahí, supones, preguntándose que ha sido hoy de su padre.     De alguna m