La biblioteca de la buhardilla XV: Ausencia IV

Creí que algún día me acostumbraría a verla desparecer, a encontrar la casa vacía, al hueco de su cuerpo entre las sábanas, al aroma de su piel desvaneciéndose día tras día. Y esa costumbre, nunca llegó. Tampoco ahora que jamás regresará de donde ninguno volveremos. No sé qué dolor estoy llorando ante su lápida, si esta ausencia definitiva o todas las que sufrí -o disfruté- durante su vida. "Los mejores perfumes, en frascos diminutos" me decía para convencerme de que los seis o siete meses al año que me dejaba estar a su lado eran mejores que toda una vida juntos. No quería que la diese por supuesta, que despertara cada mañana con la convicción de que estaría allí por la noche. Nunca pude ni siquiera adivinar por su manera de comportarse, que un día cualquiera iba a ser el último. Era tan impredecible, no existían en ella rutinas que romper, hábitos que cambiar para levantar mis sospechas. Todo era nuevo, desde la forma de abrir los ojos al amane...