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Confieso que he leído XVIII: Escarcha en el pelo, Enrique Botella.

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     No es la primera vez que viene por aquí. Enrique Botella ya nos visitó allá por el mes de septiembre de 2018, cuando leí su magnífica "El silencio y el mar ".      Dicen que la primera novela de un buen escritor suele ser su mejor obra. Quizás porque le dedica más tiempo o se vuelca incondicionalmente en ella. Luego, con la premura de hipotéticos plazos, la autocomplacencia o la escasez de nuevas ideas, parece que se tiende a bajar de nivel. Nada de eso ocurre con la segunda novela de Enrique. Es más, yo añadiría un ingrediente nuevo: la erudición bien entendida al servicio de la historia.     Como la portada del libro reza, estamos ante una novela judicial y Enrique es abogado, pero no escribe para presumir, para demostrar, para bombardearnos con sus conocimientos. El letrado se muestra humilde y pone su oficio jurídico al servicio del literario. Hay que ser muy buen escritor para hacerlo y Botella lo es. Una pequeña muestra de su maestría es cómo dobla las historias, l

El Gran Akiba V: El rey de Hameln vuelve a su caja. Doce temporadas y una partida.

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     El rey que veis en la imagen me ha acompañado entre los trebejos de mi club en Hamelín desde 2012. Tras doce temporadas completas más una partida que mis compañeros me han querido regalar hoy, abandona su caja junto al resto de piezas y se viene conmigo a España. Es el mejor símbolo que me puedo llevar de los recuerdos que dejo atrás. En dos semanas regresaré a casa, abandonaré esta ciudad y este club al que he tenido la suerte de pertenecer y del que pude celebrar su centenario en 2020.      Doce años y una partida (la primera de la temporada 2024/25 que comenzaba esta mañana. Mi club me quiso inscribir a pesar de que no puedo jugar ninguna más, para que me despidiera de ellos sobre el tablero) en los que no ha habido ningún mal momento, más allá de las partidas que uno irremediablemente pierde, ninguna mala cara, ningún enfado. En Hamelner Schach Verein he encontrado algunas personas maravillosas, con un concepto del ajedrez diametralmente opuesto al mío, lo que me ganó el apela

La biblioteca de la buhardilla XVI: Chuva

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     Los adoquines no estaban acostumbrados a los rayos del sol. Tampoco los muros de piedra que, orientados al sur, entornaban sus párpados buscando la sombra de la cornisa, a la espera del atardecer que menguara la luz del verano.     Jairo s alió a la calle vestido de sorpresa; no conocía otro color que el gris oscuro en las teselas que, como en un puzle, formaban la calle. Aquella mañana parecía que alguien hubiera bruñido cada una de las pequeñas piezas, para que lucieran un bronceado que el niño no esperaba. ¿Les dolerá como me duele a mí la espalda cuando me da mucho el sol en la playa? Gateó hacia la iglesia por la zona peatonal, palpando ante sí, como un médico palparía un vientre empachado, intentando averiguar si era demasiado el calor para aquellas piedras.     ― ¿Qué tienen, doctor? ― le preguntó la amiga imaginaria que siempre le acompañaba y que le interrumpía en los momentos más inoportunos.     ― Silencio, que no le encuentro el pulso ― ordenó.     Anduvo dando

Cuaderno de bitácora XVIII: Ojos.

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     No recuerdo cómo se llamaba. Teníamos quince años, como en la canción de Serrat, y cogíamos cada tarde el mismo autobús a las puertas del Instituto. Hablábamos. Casi siempre de su miedo a que sus ojos quedaran tristes, de aquellas palabras del médico que se le clavaron como dardos que dan en el blanco. Prefiero perder vista que mirada, decía una y otra vez, intentando convencerse del absurdo. Yo la creía.      No recuerdo cómo se llamaba. Enredaba el miedo a la tristeza en los rizos de su cabello. No sé qué habrá sido de su mirada, si se entristeció, si la conserva intacta, si fijó sus ojos en alguien algún día.      No, no recuerdo su nombre, sólo que vivía en la calle Jaume Segarra, apenas a una esquina de mí. Muy lejos, en realidad. Desde mi balcón no podía saber si languidecían sus ojos. Ella, cada tarde, los escondía tras unas gafas de sol, incluso en las oscuras tardes de invierno. ¿Los escondes por algo? Por si acaso, contestaba. Y yo suspiraba, aliviado, porque aún no habí

Cuaderno de bitácora XVII: Zafra y su premio literario.

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    El ayuntamiento de Zafra ha modificado las bases de su premio literario, el cual lleva el nombre de Dulce Chacón, hija de la ciudad, eliminando del mismo los valores de dignidad, justicia y solidaridad que las obras presentadas debían defender, honrar, mostrar, respetar. Supongo que el alcalde de Zafra, como titular del certamen, tiene perfecto derecho a ello. El mismo derecho que protege a la familia de Dulce para retirar su nombre del concurso o a las otras instituciones que lo patrocinan a no destinar más fondos en futuras convocatorias.     Este tema no merece mayor discusión que la de tomar partido por una postura u otra -Dulce, siempre-, que cada uno actúe conforme a su conciencia y poco más hay que decir.     Pero yo quisiera ir un paso más allá. Leyendo el otro día unas declaraciones de mi admirada Inma Chacón, hermana gemela de Dulce, sobre esta retirada de los valores de dignidad, justicia y solidaridad por parte del alcalde, no pude evitar una reflexión sobre en qué ridí

Cuaderno de bitácora XVI: Héroes de la niñez

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      Mis héroes son otros, los ficticios, distintos a los que exhiben sus superpoderes hoy en día. Vivimos abrumados, diría yo que ciegos, por el universo Marvel, con sus Iron Man, Spiderman, Capitán América o La viuda negra. Los 4 fantásticos y Superman, también, aunque parece que pertenecen a otro sindicato.     No, no son esos ídolos de la niñez los que han llegado hasta esta madurez que se acerca a ritmo de foxtrot a la tercera edad, para la que no falta tanto; un par de lustros, como mucho.     Quizás mis héroes son más mundanos aunque no menos imaginarios, pero tenían una virtud que no veo en los actuales: no eran los perfectos todopoderosos que son hoy. Bueno, Astérix sí, pero es que con la poción mágica como arma secreta, ya se sabe, no hay rival que se atreva.    Y es que con nadie mejor que con el Capitán Tan para ir de aventuras -"En mis viajes por todo lo alto y ancho de este mundo", cantaba-. O el Pato Donald, Mickey, Goofy, detectives y exploradores como ningun

Leer para escribir VI: Las descripciones de Katherine Mansfield.

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    Leyendo una magnífica selección de cuentos de la escritora neozelandesa Katherine Mansfield, he disfrutado de la manera tan sutil de escribir ciertas descripciones, en el caso que me ha llamado la atención, de un personaje femenino, una mujer.      Primero, la narradora nos ha hilvanado algunas características para que la podamos reconocer, sin dedicar más que unas pocas palabras a visibilizarla.     Si se hubiese quedado ahí, diríamos que, o bien se trata de un personaje secundario, o bien que no nos hace faltar saber más para la trama. Nada de eso ha ocurrido.     Poco después, cuando el protagonista masculino se acerca a ella, la narración pone en su boca otras características de la mujer. Nos describe ciertos detalles que le han llamado la atención. Así, no solo la conocemos mejor, sino que sabemos la impresión que ha causado en el hombre. Una descripción biunívoca impecable.     Pero no acaba aquí la técnica descriptiva de Mansfield. Algo más adelante, a través de sus acciones