Península poesía III: Pido silencio, Pablo Neruda.
La manera en la que se construyen nuestros gustos surca los más variopintos caminos. La forma en la que llega a nosotros una canción, un poema, una historia es, a veces, tan hermosa como la propia obra. Y este es el caso que nos ocupa hoy.
Son muchos los años que me separan de un boletín de aquella famosa revista "Discoplay" en el que anunciaban un casete de Rosa León titulado "Al Alba". A la llamada de tan famosa canción, lo compré. Entre el resto de temas, el disco es una joya, se encontraba uno titulado "Pétalo", compuesto también por Luis Eduardo Aute. Su primera estrofa es toda una aventura:
"Pétalo, en la página once muerto, buscando los últimos versos:
Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer"
Esos dos versos de Neruda comenzaron a ser una obsesión. Aunque luego en la canción el autor llama Estravagario al poeta, en ningún momento supuse que ese era el título del poemario en el que vivían esos dos versos. Debía caminar el año 81 u 82 cuando esto ocurría y no fue hasta 1987 cuando todo se aclaró.
Sucedió en Palma de Mallorca, durante el servicio militar. Los sábados por la tarde, sentados cada uno en un extremo del patio de compañías, tres soldados leíamos a la sombra de los árboles. Nos hicimos amigos inevitablemente. Me acerqué a uno de ellos. ¿Qué lees? A Neruda. Y me tendió el libro: Estravagario. Mis manos temblaron buscando la página 11. No había pétalo en ella, pero sí estaban los últimos versos, allí mismo, esperándome hacía seis años.
No acaba ahí la mística del poema. Años después, bastantes años después, me ofrecieron participar en un recital de poesía. Yo nunca había reconocido que Pido Silencio era mi poema favorito. Me tocó leerlo. Con el corazón. Y los ojos cerrados. Como Neruda al escribirlo.
Leed a Neruda. Sin permiso. Os hará libres.
Son muchos los años que me separan de un boletín de aquella famosa revista "Discoplay" en el que anunciaban un casete de Rosa León titulado "Al Alba". A la llamada de tan famosa canción, lo compré. Entre el resto de temas, el disco es una joya, se encontraba uno titulado "Pétalo", compuesto también por Luis Eduardo Aute. Su primera estrofa es toda una aventura:
"Pétalo, en la página once muerto, buscando los últimos versos:
Déjenme solo con el día, pido permiso para nacer"
Esos dos versos de Neruda comenzaron a ser una obsesión. Aunque luego en la canción el autor llama Estravagario al poeta, en ningún momento supuse que ese era el título del poemario en el que vivían esos dos versos. Debía caminar el año 81 u 82 cuando esto ocurría y no fue hasta 1987 cuando todo se aclaró.
Sucedió en Palma de Mallorca, durante el servicio militar. Los sábados por la tarde, sentados cada uno en un extremo del patio de compañías, tres soldados leíamos a la sombra de los árboles. Nos hicimos amigos inevitablemente. Me acerqué a uno de ellos. ¿Qué lees? A Neruda. Y me tendió el libro: Estravagario. Mis manos temblaron buscando la página 11. No había pétalo en ella, pero sí estaban los últimos versos, allí mismo, esperándome hacía seis años.
"Déjenme solo con el día
pido permiso para nacer"
Compartimos muchas noches, en la biblioteca del cuartel, de tertulia y literatura. Uno de ellos, Eugenio Carlos del Pino era poeta y el dueño del libro de mis anhelos. Aprendí mucho aquellos meses, y comencé a utilizar la poesía, escribir poesía, para mejorar mi narrativa.
Quiso la casualidad que cuando él se licenció estuviera yo de guardia. Le abrí la puerta a la libertad. Antes, en la oficina de prevención, me regaló el poemario. Y me lo dedicó. Guardo sus palabras en mi memoria, igual que el recuerdo de su pasión por la poesía.
PIDO SILENCIO AHORA me dejen tranquilo. Ahora se acostumbren sin mí. Yo voy a cerrar los ojos Y sólo quiero cinco cosas, cinco raices preferidas. Una es el amor sin fin. Lo segundo es ver el otoño. No puedo ser sin que las hojas vuelen y vuelvan a la tierra. Lo tercero es el grave invierno, la lluvia que amé, la caricia del fuego en el frío silvestre. En cuarto lugar el verano redondo como una sandía. La quinta cosa son tus ojos, Matilde mía, bienamada, no quiero dormir sin tus ojos, no quiero ser sin que me mires: yo cambio la primavera por que tú me sigas mirando. Amigos, eso es cuanto quiero. Es casi nada y casi todo. Ahora si quieren se vayan. He vivido tanto que un día tendrán que olvidarme por fuerza, borrándome de la pizarra: mi corazón fue interminable. Pero porque pido silencio no crean que voy a morirme: me pasa todo lo contrario: sucede que voy a vivirme. Sucede que soy y que sigo. No será, pues, sino que adentro de mí crecerán cereales, primero los granos que rompen la tierra para ver la luz, pero la madre tierra es oscura: y dentro de mí soy oscuro: soy como un pozo en cuyas aguas la noche deja sus estrellas y sigue sola por el campo. Se trata de que tanto he vivido que quiero vivir otro tanto. Nunca me sentí tan sonoro, nunca he tenido tantos besos. Ahora, como siempre, es temprano. Vuela la luz con sus abejas. Déjenme solo con el día. Pido permiso para nacer. |
Leed a Neruda. Sin permiso. Os hará libres.
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