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Mostrando entradas de 2014

Feliz año nuevo 2015

Había pensado, como cada vez en estas fechas, felicitaros el venidero año nuevo. Siempre, de una manera o de otra, a amigos y conocidos o a los eventuales lectores en general, he guardado la cortesía de escribir unas líneas, más o menos inspiradas, para aunar sentimientos y comenzar el siguiente año con ánimo y esperanza. Y en esas andaba hace unos momentos: no sabía si hablaros del concierto de la Filarmónica de Viena, o de las campanadas desde la Puerta del Sol, o de la excentricidad de la órbita de la luna alrededor de la cabeza de los lunáticos. Buscando inspiración, los auriculares llenaban mis oídos del concierto que el gran Eros Ramazotti dio en Roma hace unos años. Y llegando a mi canción favorita del italiano, Musica é, algo se removió en mis entendederas de forma compulsiva, para llegar a la conclusión más inesperada: no os voy a felicitar. No, definitivamente. Y creo que os hago un favor. Y me lo hago a mi mismo. Lo dejaré para el último día del año. Porque es mañana, 31

La biblioteca de la buhardilla IV: La castañera de Jaume Segarra

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Hay recuerdos que sólo se almacenan en blanco y negro. El tiempo pasa, y la memoria resguarda su espacio rechazando lo menos útil, que muchas veces es el color de la nostalgia. Cuando no coloreamos arbitrariamente las imágenes del pasado, directamente vienen a vernos en infinitos tonos grises, matizados de albar y azabache al gusto o a la necesidad. También puede suceder que la irisación de lo recordado, sea la orden de una fotografía desteñida, casi sepia, notaria de lo que fueron un tiempo y un lugar ya lejanos. Como la niña de la película de Spielberg, yaciendo sobre cadáveres en blanco y negro, vestida con su caperuza roja, el aroma amarronado y cálido de las castañas en pleno mes de enero, sobresale cromado sobre las manos encallecidas que las mareaban en el tambor, aguardando el color perfecto de lo asado con afecto. El cartón paría calor de castañar con que aliviar el frío del invierno. Su carne saciaba el hambre, hija de jaques y mates, tras horas y horas de dura partida,

Confieso que he leído X: El Capitán Alatriste, Pérez-Reverte

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Ni te imaginas la alegría que me dio tu autor cuando te creó. Incondicional entusiasta de las aventuras de capa y espada, me quedó la miel en los labios con la genial "El maestro de esgrima", una de las mejores novelas del último cuarto del siglo XX en castellano. Por suerte, llegaste tú, con tus cuitas con el malvado Malatesta, tu fiel Iñigo y su amada Angélica de Alquezar, el genial Quevedo y otros tantos personajes magistralmente perfilados, en los que cada uno tiene su insustituible papel. Lo he pasado bien leyendo tus aventuras, sobre todo esta primera entrega, y otras más que contaremos en un futuro. Y cada lectura, repetida, me llega con ojos nuevos, como si fuese la primera vez cada una de ellas. La intriga de una lucha a espada y su desenlace, las maquinaciones palaciegas, que nunca sabe uno como van a resultar, la fidelidad de unas amistades que nunca te fallan, aún a riesgo de tener que cruzar hierros en cualquier taberna del Madrid antiguo.       Es en estos

Patio de butacas III: El Dorado, con John Wayne y Robert Mitchum

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En la videoteca de mi hermano, ocupaba el número 2 de las grabadas aún en sistema Beta. Dudo que queden restos de la película en aquella cinta, pues la vi hasta desgastarla. Ahora, por fin, la conseguí en DVD, aquí en las tierras de Alemania, por suerte con el doblaje en castellano. Un delicioso western, con un fino sentido del humor, y una historia de viejas amistades, que llevan a John Wayne, Cole Thorton, a ayudar a un borrachín Robert Mitchum, Sheriff Harrah, en una disputa entre familias por unos terrenos con agua potable para el ganado. El entrañable personaje de Mississipi, encarnado por James Caan, resta mucho dramatismo a la cinta. Es curioso, pero John Wayne ya se apellidó Thornton, una ene más, pero igual pronunciación en la realidad, en otra película: El hombre tranquilo, de la que hablaremos en un futuro.       Esta película demuestra que, cincuenta años después, las buenas historias, bien contadas y bien interpretadas, siguen vivas y aún despiertan nuestro int

La biblioteca de la buhardilla III: Es Navidad.

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             El camión se alejaba renqueante por la calle estrecha en la que había descargado su mercancía, sin que nadie se entretuviera en contemplar la espesa polvareda que levantaba a su paso. Era temprano, recién amanecido el mes de diciembre, frío, húmedo y sin embargo soleado, abrigadas las casas de leña y braseros donde calentar los pies y las almas. Comenzaban a llegar los aromas de la Navidad cercana, cuando la pobreza trata de sacar la cabeza del fondo, aflorando sonrisas y afectos, al tiempo de compartir la humildad de una mesa llena de esfuerzos y escasa de manjares, justos los dulces que llegan apenas a la boca de los más pequeños, triunfantes con el pequeño agasajo del turrón de una tableta repartida entre varias familias del vecindario.             La guerra dejó muertos que ya no sufren, pero aún fueron más los heridos por la posguerra de hambre y casas rotas, de escasez y racionamiento que a duras penas a todos llegaba. En cada familia había un ausente de la Noch

El cortejo de las musas I: Afrontando la tarea

Llevo varios meses escribiendo lo que querría ser una novela. Desconozco si llegará a hacerse mayor, o quedará en un mero intento. Hasta ahora, fragmentos deshilvanados de una idea, escena aquí, escena allá, sin más orden que una supuesta cronología. Hoy he puesto manos a la obra, afrontando esa tarea que tanto me asusta: esquematizar el argumento, tanto el principal como los accesorios, y dotarles de estructura tempora, dónde queda cada una de las acciones, en qué lugar de la historia y cuándo quiero darlas a conocer. También debato con el narrador: él quiere ser uno y omnisciente. Yo quiero que otros más le acompañen, que haya más ojos que nos puedan mostrar la parte intima de lo que sucede. No quiero una mirada omnipotente, más bien prefiero lágrimas que empañen la historia, brillos que la iluminen con una sonrisa, sobre todo en aquellos momentos en los que la intensidad de lo contado sea muy alta. Necesito trabajar los personajes. Es la parte de contar que peor asumo: todos res

Patio de butacas II: La Misión

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Primero fue el disco. No sé porqué, aquella portada con un crucificado volando a ras de la cascada me sedujo inmediatamente. De vinilo todavía, corría el año 88 y ambos soportes convivían al tiempo, ocupó todo mi descanso entre la jornada de trabajo matinal y la vespertina. Casi tres horas en las que le di varias veces la vuelta, regresando la aguja al corte donde Dios, porque no podía ser más que Dios, tocaba el oboe bajo el seudónimo de Gabriel. Si, ya sé, en la portada lo dice bien claro: Música de Ennio Morricone, pero los dioses siempre se han servido de los hombres para enmascarar su obra. Y ésta lo es. La tecnología no era la de hoy en día, y tardé un par de años en poder ver la película. Ni la detestable saña con la que guionistas y director tratan a los españoles de la época, pudo empañar la tremenda impresión emocional que me dejó vulnerables los sentimientos. La balanza entre el bien y el mal, la suave línea que los separa, o los une, vaya usted a saber, flota durante to

Confieso que he leído IX: Festejos de boda, Naguib Magfuz.

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Nos la cuentas cuatro veces, desde cuatro ojos distintos, todos involucrados en la historia. Y nos explicas entonces que todo depende del cristal con que se mire, que nadie es poseedor de la verdad absoluta, y que lo blanco y lo negro pueden no estar tan separados como pensamos. Lo haría años después Luciano G. Egido en su "Fatiga del sol", con un estilo mucho más espartano pero también una hermosa novela. Pero además, mientras te leemos, llegamos al convencimiento de que la mayoría de nosotros nunca deberíamos intentar escribir, siquiera un triste relato. Fue la primera vez que te leí, y el desánimo llegó de improviso, apenas unas líneas después del comienzo. ¿Cuántas veces nos hemos preguntado cómo describir los afectos de un hombre enamorado sin caer en la sensiblería excesiva? Tu lo consigues, y nos dejas perplejos: "Dichoso el hombre cuyo corazón no late en vano" ¿Alguien se atreve a escribir después de esto? A mi la hoja me parece aún más blanca, com

Patio de butacas I: Memorias de África

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La vi dos veces seguidas, aprovechando la sesión continua que aún ofrecía el Cine Club Dehon. Fue el personaje Denys Finch Hatton, Robert Reford, el que primero atrajo mi atención. Rebelde, libre, sin dejarse atar a nada ni a nadie, atraía, quizás por ello, a la intrépida y romántica Baronesa Blixen. Pero fue el vuelo sobre la tierra africana, el mayor regalo que, en palabras de Karen, le hicieron jamás, lo que me produjo una sensación sobrecogedora: como los vientos y corrientes que se aúnan en un punto para parir una tormenta perfecta, así los paisajes, la sensación de libertad, la brisa en el rostro, la banda sonora, los gestos emocionados de ella, se convocaron en esa breve escena tan simbólica, que hace que a partir de ese momento no sigas la historia con los mismos ojos. Karen zozobra entre la superficialidad de su matrimonio y lo profundo de su relación con Denys. Para ella es un mundo nuevo, escuchar y ser escuchada. Ella tenía una granja en África, pero eso era lo de meno

Confieso que he leído VIII: La verdad sobre el caso Savolta

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Primero fue "La ciudad de los prodigios" y luego la divertida "Sin noticias de Gurb", para esperar casi cuarenta años desde que escribiste esta novela para atacar su lectura. No me gustaba el título, aún es así, pero dentro había mucho más de lo que esperaba, como cabría suponer de ti. Aunque debo confesar que la primera parte, magistral, me desconcertó de entrada, pues más que una historia al uso, parecían notas diseminadas, dejadas caer aleatoriamente en busca de orden. Pero todo va tomando forma, la historia, los personajes, los ambientes, oh los ambientes. En verdad, no sabría decirte si he leído una novela policíaca, histórica, romántica o satírica. Qué macedonia de géneros y estilos tan bien llevados. Además, mantienes la intriga hasta el final, no resolviendo hasta la penúltima página, enigmas que planteas en la primera. Eso no se hace, hombre, que hay otras cosas que hacer además de leer. Gracias por contarnos esta maravillosa historia. Y escribe má

Estuvo por aquí

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Hoy pasé la mañana con mamá. Anduvo por casa, canturreando zarzuelas como hacíamos hace años. Y esperábamos, silenciosos, a que le pisaran el rabo a Carolina y le soltara el gorgorito al caballero del alto plumero en Luisa Fernanda. Y solidarizarnos con el pobre Vidal, despechado del amor de la protagonista, cantando triste a sus Vareadores que volvía sin su morena a su tierra extremeña. Y me volvió a hacer callar, para escuchar con atención el dúo de Mariblanca y Alberto en Molinos de Viento, cuando ella le llama, Alberto, y él, emocionado le pide: "pronuncia mi nombre otra vez". Cuánto le gustaba.    "Costas las de Levante, Playas las de Lloret, dichosos los ojos que os vuelven a ver"    Qué malo Pascual, como engaña a Jorge diciéndole que va a casarse con Marina. Qué triste canta Alfredo Kraus:      " No sabes tu, que yo tenía, la vida enferma de tanto amar. Y desde el fondo del alma mía, mi amor gritaba, matar, matar"      Pero todo salía bi

Península Poesía I (Confieso que he leído VII): Marina Tsvietáieva, Antología Poética.

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No recuerdo bien como llegaste a mí, quizás la casualidad, o el acierto de una página abierta al azar. Te quedaste para siempre, en mi corazón donde circundaban tus versos y en mi mente, preguntándote en cada lectura por el sufrimiento que guiaba tu pluma.  No eras conocida, de hecho no estoy seguro de que aún ahora lo seas para los lectores en mi lengua. De tu ruso a mi castellano, el giro es acrobático y casi mortal, y pocos logran caer de pie. Pero merece la pena el esfuerzo de entenderte, de caminar a tu lado por la biografía que dejaste escrita en versos inesperados, desgarradores, profundos. Me pregunto a menudo qué pasó por tu mente al elegir el nombre de tu hija, buscando algo en común contigo, un afecto, un sentimiento compartido que uniera nuestros tiempos con la esperanza de creerte cercana.    Es todavía nueva la angustia que me recorre cuando leo tu alma, desgranada en tus poemas. La pasión de madre no la diluye el tiempo, más bien la acrecienta a mis ojos.  (A Ar

El druida errante II: el Muro de Berlín

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   Ayer anduvimos por Berlín. Huele a historia reciente, a hechos que ocurrieron y que sólo conocíamos por libros y documentales, donde casi nunca te cuentan como la gente sufre lo que los gobernantes deciden. Nos impresionó el Muro de Berlín y su historia, conocida de oídas, sobre todo al ponerle cara, nombre y apellidos a las víctimas que se cobró. Tomamos consciencia de vidas partidas en dos, de barreras levantadas en la propia tierra de sus habitantes por poderes extraños a ella. Se ha hablado largo y tendido de las barbaries del Tercer Reich con el pueblo judío, pero no lo suficiente de las sufridas por el pueblo alemán y más concretamente berlinés a manos del monstruo soviético. De un día de turismo maravilloso que fue ayer, nos volvimos a Hameln con la alegría contenida de haber rendido un pequeño homenaje a un pueblo maltratado.       Nos dolió especialmente el mosaico fotográfico donde al trasluz del sol, se pueden ver las fotos de las víctimas que lo fueron d

Obituario: Gabriel García Márquez, Oh Gabo.

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Me da pena que te vayas, Gabo. Y no voy a decir ahora que eras uno de mis favoritos, como harán muchísimos que ni siquiera abrieron una de tus páginas. Incluso, discrepo en tu forma de entender el español, ya que tu luchabas por una ortografía y gramática laxas, mientras que este servidor, quizás por mi ignorancia, siempre ha pensado que la corrección de las formas debe ser la base de la belleza literaria. Pero ello no me impide ser consciente de la importancia de tu obra y tu persona. "Crónica de una muerte anunciada" me despertó a tu mundo, desconocido hasta entonces. Mucho magisterio habitaba en tus manos para comenzar una historia por el final, y que no decayese la narración en ningún momento. Me pareció una pequeña maravilla, propileo de posteriores lecturas. Reconozco que "Memorias de las putas tristes" me dejó frío, como si fuese un vestigio otoñal de lo que fue y ya no queda. Quizás no lo leí en el momento adecuado, pero tengo tanto tuyo por leer, que du

La biblioteca de la buhardilla II: "De alguna manera (Claro de luna)"

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La partitura del Claro de luna descansaba abierta sobre el atril del piano, esperando que ella la interpretase. Es la favorita de Juan, me dijo casi excusándose la primera vez que entré en aquella sala. ¿Juan? Mi novio. Está en Sevilla, le queda hasta julio para licenciarse. Esparcimos los libros sobre la mesa camilla. No entendía muy bien que hacía en la casa de aquella compañera a la que no soportaba, pero que poseía algo que me atraía incomprensiblemente. Quizás era la búsqueda de ese algo, o quizás el contraste tan extremo entre su mundo y el mío lo que me llevaba hasta allí. Aromaban aún los días de la Navidad reciente, apenas recogidos los belenes, devueltos los árboles de plástico a sus cajas y las felicitaciones y buenos deseos al olvido más rutinario. Entre los textos y problemas, las notas de la sonata para piano reclamaban obsesivamente mi atención. Mi mirada iba y venía, buscando la música de Beethoven en aquellos pentagramas. ¿Te gusta la música? Sí, contesté, devolvié

Confieso que he leído VI: El médico y Los pilares de la tierra

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 Dos asignaturas pendientes desde finales de los ochenta, el Médico, principios de los noventa, los Pilares. Expresión máxima de mi aprensión a embarcarme en novelas de fama exagerada con garantía de satisfacción. Ambos regalo de mi madre, que construyó la mayor parte de mi biblioteca de aquellos años. Y en apenas un plumazo, me reconcilio con los autores y sus obras. Más con Gordon que con Follet. El Médico es mucho médico, aureolada de aromas y texturas, rica en historias y en detalles. Es buen escritor el amigo Noah. Seguiré resistiéndome a leer sus secuelas, Chamán y la Doctora Cole, e invertiré el tiempo en cosas mejores. En los Pilares he llegado a odiar al maldito obispo y al William de las narices. No tienen otro objeto en la historia que conseguir que todo vaya mal para los demás. Ambos son personajes exagerados, algo superficiales y esperpénticos. Al contrario que Gordon, gran parte de la historia no es creíble, lo que en novela histórica puede resultar un defecto, asumib

Zach

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Llegando a los cincuenta, uno corre el riesgo de sentir el vértigo de los años vividos y pensar que lo venidero no será más que una cuesta abajo hacia el final del camino. Qué no seremos mejores de lo que fuimos, o como dicen en mi tierra "xa fun mais do que son", ya fui más de lo que soy, resulta una terrible sentencia del devenir humano. Al pararme a pensar en todo ello, y con la cercanía del medio siglo sucede más a menudo de lo que quisiera, a veces cunde el desánimo al creer que no conseguiré ser mejor padre o marido de lo que hasta ahora he sido. O mejor trabajador de lo que ya fui. O que nunca conseguiré jugar mejor ajedrez de lo jugado. Y aunque los años nos recubren de una aureola de serenidad que nos permite disfrutar plácidamente de lo conseguido y del placer cotidiano de respirar, que no es poco, uno no puede abstraerse de la desilusión de no seguir creciendo como persona. En esas andaba, cuando mi ángel de la guarda me lleva al sitio concreto donde darme una le