Obituario: Gabriel García Márquez, Oh Gabo.

Me da pena que te vayas, Gabo. Y no voy a decir ahora que eras uno de mis favoritos, como harán muchísimos que ni siquiera abrieron una de tus páginas. Incluso, discrepo en tu forma de entender el español, ya que tu luchabas por una ortografía y gramática laxas, mientras que este servidor, quizás por mi ignorancia, siempre ha pensado que la corrección de las formas debe ser la base de la belleza literaria.

Pero ello no me impide ser consciente de la importancia de tu obra y tu persona. "Crónica de una muerte anunciada" me despertó a tu mundo, desconocido hasta entonces. Mucho magisterio habitaba en tus manos para comenzar una historia por el final, y que no decayese la narración en ningún momento. Me pareció una pequeña maravilla, propileo de posteriores lecturas. Reconozco que "Memorias de las putas tristes" me dejó frío, como si fuese un vestigio otoñal de lo que fue y ya no queda. Quizás no lo leí en el momento adecuado, pero tengo tanto tuyo por leer, que dudo repetir el intento con este pequeño relato. Como siempre, anda pendiente tu "Cien años de soledad", por aquello de que lo célebre me ahuyenta, y aprovecharé que estoy en el año de los propósitos de enmienda, para ponerme al día contigo, cumpliendo el honor que mereces, y leer en breve tan agasajada novela.

Siento que te dieran el Nóbel, sinceramente. No porque no lo merezcas, que no me cabe duda, sino porque te pusieron al nivel de otros escritores en lengua española, lamentables, a los que también se lo concedieron sin que su obra le llegue a la suela de los zapatos a la tuya. Tu coronel o tu Macondo merecen más loas que el escribidor o la Alcarria, en manos no tan dotadas para la escritura como las tuyas, sin mucho más mérito que dos o tres buenas novelas, y un desván de pedantería en el resto de su obra. Tú sí que lo merecías, al igual que lo mereció Delibes quien no lo llegó siquiera a vislumbrar.

Y digo que lo siento, porque muchos de quienes ahora redactan tus obituarios, se acogen al galardón para resumir tu carrera literaria, sin un sólo comentario a cuanto dejaste escrito, a lo sumo la letanía repetida de tus títulos indispensables, esfuerzo innecesario pues habitan en la memoria de todo mínimo lector.

Siento tu muerte, Gabo. La del 2005, cuando dejaste de escribir y ésta de ahora. Encima me dejas en deuda contigo: me queda tanto por leer de tu realismo mágico, que no sé lo que tardaré en quedar en paz. De lo que estoy seguro es de que disfrutaré con tan afortunada penitencia.

Descansa en paz, Gabo.

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