El cortejo de las musas VI: Desobediencia narrativa.

   
A estas alturas debería saber que para un escritor es fundamental conocer de qué va a escribir. Muchos de mis amigos escritores son auténticos gurús del arte de las escaletas, y tendrán mucha razón en serlo. Y de alguna manera, di parte de mi brazo a torcer un día. En realidad, para mí, una escaleta, un índice, es una excusa perfecta para huir de ella. No la dibujo, ni la coloreo, como mucho un boceto que me recuerde dónde quiero ir.

    Pues a pesar de ello, de las escaletas, de los índices y de las guías de ruta literarias, acabo de traicionar a una ayer mismo. Y creo que ello ha enriquecido lo que escribo. En la escaleta general de la novela, el protagonista vivía en un lugar lúgubre, tenebroso, terrible. Terminada esa parte, debía cambiar a un escenario incluso peor que el descrito. Pero terminando de escribir lo que ocurre en esa primera ciudad, tuve la sensación de que el cambio programado era más de lo mismo: seguir narrando las miserias de un personaje en un entorno en el que está rodeado de personas en su misma situación, donde nada contrasta y todo es uniforme. Y pensé que si lo rodeaba de un ambiente optimista, en una gran ciudad de vida social luminosa, de hábitos lujosos, sin que cambiaran las circunstancias del personaje, generaría un contraste que nos acercaría más a él, y generaría mayor empatía en el lector.

    Voy a probar por ese camino. Lo malo, o lo bueno, es que este cambio me ha llevado a plantearme otro aún mayor: cargarme al segundo personaje principal de la novela. Creo que no me hace falta y que sobrecarga un poco la trama. Tengo que darle un par de vueltas a esto, pero la escaleta debe de estar temblando. Ya os cuento.

    En la fotografía, la leyenda que hay al pie del olivo donde reposan las cenizas del genial escritor portugués, enfrente de su Casa Museo sita en la Casa dos Bicos en Lisboa.

Comentarios

  1. Mucha suerte, amigo. El proceso de la reescritura me parece cada vez más fascinante. Con escaleta. Sin escaleta. Con escaleta cambiante. En mi proceso particular, tener una idea de la estructura le ha dado sentido a mi quehacer y desde ahí, claro, me he desviado. Esa libertad que nace de la claridad, aunque esta sea pasajera, como todo en la vida... Te mando un abrazote. Y gracias por la foto del olivo. Fernando y Andrea anduvieron por ahí, aunque la novela no lo cuente...

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