El baúl de las palabras VI: El maestro Llamazares, espadaña y espalar.

     Sigo honrando a mi querida maestra Isabel Hernández, quien me enseñó a buscar palabras en el diccionario, y escribir los significados que no entendiera para que quedaran en mi memoria. Cada vez que relleno una ficha con palabras hasta entonces desconocidas, es un gracias que entono con la voz del niño que ella conoció.

     La última palabra que llevó mi memoria hacia mi maestra ha sido "espalar". Por el contexto imaginé su significado, al menos uno de ellos, pero la pereza no cabe a la hora de conocer nuestro idioma, cualquier idioma, y busqué en el diccionario. Y tuve premio. ¿Por qué? Pues porque yo creía que espalar era mover cualquier cosa con una pala, y no es así. El diccionario de la RAE dice textualmente:

1. (verbo transitivo) Apartar con la pala la nieve que cubre el suelo.

    Es decir, que es una palabra muy específica con la que cabe cometer errores al utilizarla, si nos referimos a cualquier trabajo de pala. Sería incorrecto decir "Juan espalaba el montón de tierra, cerrando la tumba con ella". Me recuerda de alguna manera a la palabra, también un verbo, "doblar", referido a las campanas, donde corremos el riesgo de decir que las campanas doblan en cualquier ocasión que las oigamos tañer, cuando doblar se refiere únicamente al toque de difuntos.

    He archivado la ficha con la palabra espalar. Queda justo detrás de "espadaña", y me ha resultado sumamente curiosa la coincidencia de que dos palabras que comienzan por "espa" las haya leído en dos novelas del mismo autor, separadas sus lecturas por algunos años. Julio Llamazares es un escritor con un vocabulario extenso, nada pedante sin embargo, y un aroma poético en sus prosas que no te deja indiferente. "Distintas formas de mirar el agua" me trajo "espadaña": "Campanero formado por un muro, generalmente prolongación de la fachada, con uno o  más huecos en que van colocadas las campanas". Espalar llegó con "La lluvia amarilla", que leí este verano después de años de resistirme a ella. No me preguntéis por qué tardé tanto, ni yo mismo lo sé.

    Tenemos un idioma cargado de matices, con una riqueza admirable. Y no me cansaré de agradecer a nuestros maestros el esfuerzo que realizaron para dárnoslo a conocer.

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