Confieso que he leído XXIV: Dicen los síntomas, Bárbara Blasco.

     Lo peor de cumplir años, y creo que esto ya lo he dicho alguna vez, es que conforme pasa el tiempo es más y más difícil caer en la sorpresa, que algo te suene a nuevo. Cuando entras en un almacén de especias cotidianamente, a los pocos días dejas de percibir los aromas, como si el ambiente estuviera desnudo de ellos. Lo mismo pasa con la Literatura, que tras tantas lecturas, aunque eres capaz de percibir la belleza, el interés y el arte que hay en una obra, corres el riesgo de caer en la rutina; tienes la impresión de que tus ojos pasan por algo ya leído, usado, de segunda mano. Y aunque gran parte de culpa es del lector pues no deberíamos dejarnos llevar de esa manera, también es cierto que algunos autores, incluso consagrados, se ciñen a aquello que ya les ha funcionado en otras novelas o relatos. Entonces disfrutas de una nueva historia pero con envoltorio similar a otras que ya leíste. Y no son pocos los autores noveles, casi todos diría yo, que se apoyan en lo aprendido de sus antecesores, y, mostrando una capacidad literaria magnífica, entre sus cualidades no se encuentra la del asombro.

   Y resulta que llega a mis oídos el Premio Tusquets de Novela 2020 de Bárbara Blasco. No sé si me hubiera llamado la atención si la autora no fuese la pareja de un conocido mío, Kike Parra, al que sigo en las redes sociales, y con el que tuve el gusto de coincidir en la presentación de un libro de relatos donde se publicó uno mío, y que es autor del impagable libro "Me pillas en mal momento", de la editorial Relee. 

    Decía que Kike fue la razón de mi interés por esa novela. No, no es amor, o no es simplemente amor, lo que movió a Kike a hablar bien del libro de Bárbara. Es justicia divina. Es sinceridad. Es el privilegio de ser, supongo, uno de sus primeros lectores. Porque "Dicen los síntomas" es una obra maestra digna del premio recibido, y mira que me cuesta tener fe en estos certámenes.

    Sí, me sorprendí al leerlo. Al principio me recordaba un tanto a Alessandro Baricco, el autor de Seda, tan famosa. Pero sería injusto para Bárbara dejar el listón tan bajo. Ella no cae en lo almibarado y artificial que a veces escribe el italiano. Su prosa, la de Bárbara, es sencilla, directa, casi espartana a veces, pero roza con la poesía en algunos momentos, muy pocos, breves, como sazonando un plato con las especias -otra vez las especias- justas para que no empache, y suficientes para que no se nos olviden los aromas.

    No os dejéis engañar, no es un romance, ni una historia blanca; es una novela dura, real: Bárbara ha bajado a la calle a contarnos lo que ve. O quizás nos esté contando su propia vida, como hace también en su novela anterior "La memoria del alambre", que Tusquets ha reeditado para jolgorio de los que ya somos sus mayores admiradores. Jolgorio porque demuestra que "Dicen los síntomas" no es flor de un día, y aunque su estilo literario quizás ya no pueda sorprendernos, uno no puede cambiarlo a la carta como si de un plato que se ha enfriado se tratara, sí que es nuevo aquello que nos cuenta, la historia, esa habilidad que tiene de hacernos creer que todo es verdad, autobiográfico, histórico, o que nada en realidad lo es. 

    Además, creo, tiene una virtud muy difícil, y que muy pocos poseen, y es que la literatura no molesta, no es evidente, no sobresale, sino que está al servicio de la historia, de la narración, y solo de vez en cuando, como hacen los que saben del oficio, nos la muestra para que nos demos cuenta de que ella está ahí, la Literatura o Bárbara, lo mismo es.

    Leed a Bárbara, no quedaréis decepcionados. Ojalá tengamos pronto una nueva novela. O como los grandes guisos, que la tengamos cuando haya cocido lo suficiente en sus fogones.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuaderno de bitácora XIII: Censura

El baúl de las palabras I: Retestero.

Cuaderno de bitácora XV: Mirando por la ventana