Confieso que he leído XXV: La ciudad sobre la luna, Nerea Riesco.

    He de reconocer que me he sentido como Dennis Finch-Hatton y Berkeley Cole en esa escena de Memorias de África en la que Karen Blyxen, tras la cena, inventa una historia para sus amigos. Ella les pide un inicio al que cogerse para continuar. A partir de ahí, la atmósfera que su anfitriona consigue crear les absorbe, la narración les transporta a otro mundo en el que tienen la impresión de vivir las aventuras que ella les propone. Al día siguiente, Hatton le regala una estilográfica a su amiga para que escriba esas historias. 
    Pues algo así me ha pasado con esta novela de Nerea Riesco. No he tenido que proponerle ningún inicio, ni ella nos ha invitado a cenar, ni le he regalado ninguna pluma para que escriba, pero la historia, la narración, esa sí que ha estado presente. Y la atmósfera, junto con esa sensación tan difícil de lograr de que el lector sienta que está viviendo en los escenarios que la autora muestra, que forma parte de la acción, que es uno más de los personajes que surgen de su imaginación.

    Tiene momentos brillantes, muy brillantes, pero Nerea es muy hábil no abusando de ellos y evita recargar de literatura innecesaria la narración, intenta que no se note la mano del autor y cede el protagonismo a un narrador omnisciente que, además de un desparpajo fuera de lo corriente, es alguien que os hará especial ilusión descubrir cuando él mismo, o ella misma, se presente. Nos cuenta una historia, varias diría yo, unas dentro de otras, obligándonos a querer pasar de página, a desear el siguiente capítulo. Pergeña unos personajes creíbles a los que coges afecto u odias sin remedio. La forma que tiene de resolver todos los enredos que ha ido tejiendo es especialmente habilidosa.

     Sí, ya sé que estoy contando poco del argumento, diría que nada, pero es que me resulta tan difícil hacerlo sin desvelar lo que no debo, que prefiero pediros que la leáis directamente. 

     Os puedo contar que he vivido varias coincidencias con la novela de Nerea, de esas que me suceden de vez en cuando al leer: nombra una famosa papelería de Sevilla, que yo visité en 2018 y que utilicé de ambiente para un cuento, aún inédito. También aparece una embarcación que hace el trayecto Cuba-España y viceversa, que yo menciono en mi narración por entregas "Beethoven y la Guerra de Cuba". Uno de los personajes pasa cierto periodo en la ciudad alemana de Ingolstadt, ciudad a la que me llevó mi trabajo durante la lectura de la novela. Son casualidades que me hacen especial gracia. Los hados de los libros.

    No voy a hablar más de "La ciudad sobre la luna" porque al final desvelaré algo, ya veréis. El suspense de la trama es un elemento imprescindible de la novela y no quisiera echarlo a perder. Disfrutad de la novela.

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