La biblioteca de la buhardilla XIV: La tienda de juguetes (Feliz Navidad 2022)


   El hombre trataba de mirar a través del escaparate por las rendijas que quedaban entre los grandes pliegos de papel de envolver que, como tupidas cortinas, cerraban los ventanales a la curiosidad. Dibujaba con su aliento, con el lápiz de vapor visible en el frío de la noche decembrina, el camino de su inquietud rebuscando entre los resquicios del empapelado. Dejaba en el cristal las huellas de sus dedos declarándose culpable de buscar quién sabe qué, cada última quincena de diciembre, todas las noches, hasta que las campanas de la parroquia llamaban a la Misa del Gallo. Entonces, el viejo se marchaba y no se le volvía a ver hasta el último domingo de Adviento del año siguiente, en el que repetía su ceremonioso ir y venir por los escaparates abandonados de la vieja tienda de juguetes de la calle Hernán Cortés.

 

    ―¿Ya está otra vez este pesado aquí? ―gritó alguien desde una ventana, gesticulando como si dirigiese una orquesta sinfónica en pleno in crescendo.

 

    El viejo miró hacia arriba y vio a su director chillándole para que se fuera, mientras le señalaba la salida por el carrer la Font.

 

    ―Chico, deja al hombre que no hace nada malo. Si ya ves, solo mira ―se escuchó decir a una voz femenina que hablaba desde el interior de la vivienda.

    ―¡Claro! Y los olores a meado ¿de quién te crees que son? Del anciano de mierda ese, seguro que se lo deja caer en cualquier rincón.

    ―Eso son los perros del vecindario, el viejo va limpio y aseado ¿es que no lo ves?

    ―Qué se vaya, que ahí no hace nada.

 

    La mujer bajó a la calle y se acercó al anciano que no mostró ningún temor ante ella.

 

    ―¿Qué hace aquí, buen hombre? Todas las Navidades le vemos acercarse a ese escaparate. Veinte años hace que vivimos aquí y ni uno ha faltado usted.

    ―Donde tú vives estaba la tienda de Juanito. Vendía ropa. ¿La conociste? ―le dijo, sin contestar a su pregunta.

    ―No me suena. ¿Cuánto tiempo hace de eso?

    ―Sería, a ver ―el hombre hizo un esfuerzo por recordar― 1990, por ahí andará.

    ―Pero de eso hace más de setenta años. Tengo cuarenta y cinco ¿Cómo lo voy a conocer?

    ―Qué joven ―dijo con una sonrisa mientras le acariciaba la mejilla con su mano temblorosa―. Es que yo ya no calculo la edad que tenéis los jóvenes.

    ―¿Cuántos tiene usted?

    ―Noventa y seis.

    ―Casi nada para estar con este frío a la intemperie. ¿Por qué viene todos los años a este local abandonado?

    ―¿Abandonado? ¡No! No está abandonado; ahí, ahí dentro se celebra la Navidad, se reparten juguetes para los niños, siempre está iluminado, viene mucha gente. Es una juguetería ¿sabes? Su dueño se llama Elías.

    ―Debe de llevar muchos años cerrada.

    ―Pero la magia sigue ahí y se escuchan villancicos, las voces de los que, como los duendes de Papá Noel o los Pajes de los Reyes Magos, traen y llevan juguetes para todos los niños. ¿No los ves? Yo sí.

    ―Eso son sus recuerdos, en ese local no ocurre nada. No hace falta que venga hasta aquí cada noche que va a coger frío y una pulmonía a su edad puede ser fatal. Váyase a casa, es tarde.

    ―Pero están ahí. ¿No los ves, no los oyes? Los villancicos, las voces, las risas, sí, están ahí. Y se ilumina toda la tienda y se puede ver lo que hay dentro.

 

    El hombre miró su reloj de pulsera y la mujer no pudo evitar un gesto de ternura al ver en su muñeca algo que ya casi nadie usaba.

 

    ―Son las diez de la noche, hora de cerrar. Hoy no podrá ser, ya se han ido todos. Yo también me voy, mañana volveré.

 

    Y se marchó. Volvió todas las noches de aquella semana. El vecino irascible no le molestó más, pero ella sí que lo miraba a través de la ventana de la cocina que daba frente al escaparate. No sucedió nada que no fuese lo de siempre y acabó perdiendo interés.

    En Nochebuena hizo mucho frío. Nevó durante un buen rato, aunque sin llegar a cuajar. El anciano repitió su liturgia, yendo y viniendo a lo largo de escaparate de la juguetería. De pronto, sintió una palmada en la espalda.

 


    ―¡Hombre, Vieito! ¡Cuánto tiempo sin verte!

   

    El viejo se giró, sonriendo y feliz, pues había reconocido la voz de su jefe.


    ―¡Elías, qué alegría! Ya decía yo que no podías tardar.

    ―Tú eres el que ha tardado mucho. Venga, vamos para adentro. Mira lo que llevo ―dijo, mostrando una bolsa de plástico llena―. Los bocadillos, entremos que se enfrían.

   

    Pasaron al interior. La tienda estaba abarrotada de gente eligiendo los últimos regalos de Navidad. Las hijas de Elías se afanaban en subir a los almacenes para reponer los juguetes que se agotaban en las estanterías.

 

    ―Ya era hora, Luisma. ¿Dónde te habías metido? ―le preguntó Maje―. Mi madre no hace más que preguntar por ti, eres el único que entiende su letra cuando escribe las listas para reponer. Mírala, ahí viene a buscarte.

 

    Por los altavoces del Hilo Musical sonaban villancicos que todos coreaban, mientras la campanilla de la caja, al abrirse y cerrarse, parecía seguir el ritmo de las canciones. Se fue acercando la hora de cerrar. Se sentaron en el suelo a comer los bocadillos, pequeños aquella tarde pues la cena de Nochebuena aguardaba. Mientras comían, se miraban unos a otros buscando en sus caras jóvenes de setenta años atrás los recuerdos compartidos entre las paredes de la juguetería.

 

    “Cómo suenan las campanas con tan dulce claridad, como anunciando las glorias de la hermosa Navidad”

 

    Y entonces, amaneció. La vecina de enfrente se asomó a la ventana y vio al anciano sentado en el zócalo de entrada a la tienda, apoyado en la puerta del establecimiento, cerrada desde hacía tantos años.

 

    ―Nene, que al hombre ese le ha dado algo. Llama a emergencias, voy a bajar.

 

    Bajaron a la calle mientras el marido llamaba al 112 desde su móvil. Se acercaron al pobre anciano.

 

    ―Está helado, rígido ―dijo ella.

    ―Está muerto, cariño. O ha sido el frío o le dio un mal cuando vino anoche.

    ―Mira, lleva algo entre las manos.

    ―Es como una tarjeta ―y la cogió con delicadeza.

 

“Feliz Navidad 2061 os desea Deportes y juguetes Elías”

 

    Y una luz, que parecía la de una estrella fugaz, recorrió el interior del escaparate deslumbrándoles. Cuando recuperaron la visión, el viejo les decía adiós desde la esquina del carrer la Font, con la mejor de sus sonrisas, mientras desaparecía ante sus ojos como si se tratara de un espíritu. El de la Navidad.


____________________________________________________________________________

Elías Jover y Angelita Navarro fueron mis jefes durante bastante tiempo. Pero fueron mucho más. Ocuparon y ocupan un lugar muy importante de mi corazón, siempre les estaré agradecido por el cariño que me tienen y que es recíproco. La confianza y el respeto que me demostraron durante el tiempo que trabajé con ellos dura hasta hoy. Afecto que también siento por sus hijas. No son mi familia, pero como si lo fuesen. Gracias por tanto. Como Isak Dinesen nos enseñó sobre los kikuyus en sus maravillosas Memorias de África, yo también les digo: sé que me queréis. Un beso enorme.

Comentarios

  1. Precioso cuento, Luis!! Me ya recordado los cuentos de Andersen, solo que el tuyo me ha gustado mucho más!

    Feliz Navidad para ti y los tuyos.

    Un abrazo.

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    1. Gracias, Manoli. Sabes que aprendo de ti, así que si te ha gustado algo de culpa tienes. Un besazo.

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  2. Muchas gracias por compartir tan hermoso relato...un fuerte abrazo

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  3. Precioso...es cierto...es un lugar mágico

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  4. Se me ocurren algunos términos: nostalgia, gratitud, cariño y ternura. Te felicito, Luis María, tu historia es una delicia.

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  5. Pero que hermoso ...!!! Feliz Navidad Luis 😘😘😘

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  6. Me ha encantado Luis

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  7. Me ha gustado mucho tu relato,la verdad es que se te veía en la tienda cómo si estuvieses en tú casa,siempre había un ambiente tranquilo y agradable y sinceramente te digo, que yo también he mirado por entremedio de los papeles de envolver regalos que hay en los escaparates,cómo si de un cambio de temporada se tratase y quisiera ver lo nuevo de la siguiente temporada, ha sido una tienda que siempre trae buenos recuerdos y una lástima que esté cerrada,un abrazo Luis.

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  8. Gracias a los "Anónimos" que habéis comentado, sois muy amables por leer este blog y que os guste. Feliz Navidad a todos.

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  9. Me has hecho volver a mi niñez .Que bonito!Felices Fiestas

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  10. Bonito y triste a la vez. Nunca pierdas ese romanticismo que te caracteriza mi queridísimo amigo. Y ya sabes I❤️

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  11. ¡Vaya preciosidad!. Me ha pellizcando, y de qué manera, el corazón. Qué bonito escribes recuerdos y vida, amigo mío. No dejes de hacerlo nunca. Abrazos a capazos.

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  12. Precioso relato, lo he empezado a leer y me ha enganchado, que cantidad de recuerdos una maravilla.

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  13. Luisma, cómo no te vamos a querer!! Menudos buenos ratos hemos pasado contigo! Eres una persona maravillosa. Con este cuento tan bonito nos has traído grandísimos recuerdos y emocionado a toda la familia. Muchas gracias queridísimo amigo!!!

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  14. Por cierto, el anónimo anterior era yo 😊

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    1. Yo también te quiero. Hemos compartido, todos, muy buenos momentos en aquel paraíso que era la juguetería. Creo que es imposible repetir un ambiente como aquel. Un besazo, querida amiga.

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  15. Felicidades, Luisma, gracias por compartir tu relato y tu afecto, en nuestra Navidad calurosa ha venido bien sentir el frío de la nochebuena que relatas. Todo nuestro cariño para ti junto a los tuyos.

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  16. Ooooo Luisma.... Me has hecho meterme en este cuento .. yo he estado allí trabajando y me he sentido muy querida.... A sido mi familia.
    A sido una época muy bonita hacer , éramos como los elfos de la navidad.
    Felicidades por tu cuento. Un besazo

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    1. Fuiste mi sucesora y la tienda también se te metió en el ❤. Es mágica y nos hechizó.

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  17. Es bueno ser agradecido y valorar a los seres humanos que suman siempre, sin restar nunca. Luis María, me ha encantado ese homenaje a esa otra familia tuya y a la Navidad. Abrazos.

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    1. Gracias mi querida paisana. Te confesaré a ti, que escritora eres, que este cuento ha estado dos años dando vueltas en mi cabeza hasta que me pareció encontrar la manera de contar la historia. Esa familia merecía mi esfuerzo. Y más.

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  18. Es un relato precioso! Me encanta el contraste de los bocatas. Me ha llegado al alma de verdad.
    Qué buenos momentos y qué época tan bonita. Me acuerdo de ti cantando ópera mientras ordenadas en el almacén
    Nosotros también te queremos.
    Feliz Navidad Luisma
    Soy Mariangeles.
    Un abrazo

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    1. Sé que me queréis mucho, yo a vosotros también. Tenemos muchos recuerdos, tantos que no caben en un cuento. Aún conservo, siempre lo haré, el libro de refranes que me regalaste unas Navidades. Preparaste pequeños detalles para todos, hiciste esa Navidad aún más bonita. Un besazo.

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  19. Ordenabas. (El corrector)

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    1. Luis María te copio la historia y la dejaré junto a las demás historias que contamos cada tarde en la asociación donde trabajo y de vez en cuando se la leeremos a Ángela , es preciosa seguro que a mis compañeras y a Ángela le gustará.

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  20. Que bonito. Que recuerdos!

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  21. Hola Luisma. Soy Mariangeles. Te escribo de parte de Elías, que estamos de comida. Que dice mi padre que le gusta muchísimo el cuento. Que es el regalo de Navidad más bonito de su vida. Que eres un genio. Ya leyó el del año pasado, el del paquete, y le gustó mucho.
    Te manda un fuerte abrazo

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    1. Dales un beso enorme a tus padres. Iré a verlos estas Navidades. Un abrazo !!!

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  22. Luis , tu relato ha sido un regalo para mi alma . Me ha traído recuerdos de mi niñez que me han hecho viajar en el tiempo mientras lo leo en la cama . Yo viví en La Font al lado de la tienda. Gracias por ese momento tan especial que tu cuento me ha hecho sentir . Abrazo.

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  23. Feliz Navidad. Y un enorme abrazo.

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