El Gran Akiba IV: Recordando a Bobby Fischer.
Cuando murió, publiqué unas líneas en la web del club al que pertenecía entonces, el CA Aspe. Quiero recordarlas hoy, tan cercano el aniversario de su fallecimiento. Sus partidas y su recuerdo siguen presentes en quienes amamos el ajedrez y seguimos aprendiendo de su talento y trabajo.
Carta In Memoriam a Bobby Fischer (Enero 2008)
Al final, nos has robado un
sueño, el de verte jugar de nuevo. Te lo llevas contigo, donde quiera que vayan
los genios cuando mueren. Treinta y seis años son muchos sin verte ante un
tablero. Ya lo sé, en 1992 nos dejaste con la miel en los labios: no era eso lo
que esperábamos, pero tú no estabas dispuesto a darnos más. Te vas con 64 años,
uno por cada escaque. Misha Tal, tu amigo a quien fuiste a ver al hospital
durante el torneo de Candidatos en Curaçao, también murió con magia: su última
jugada sobre el tablero fue Re1; el rey vuelve a casa.
Pertenezco
a una generación que apenas te vio jugar, pero que quería ser Bobby Fischer,
emular tus gestas, tu singularidad, ser un genio. Como tú. Estudiábamos una y
otra vez aquella maravillosa partida que ganaste a Donald Byrne, con apenas 13
años. O las tablas con Botvinnik en la Olimpiada de Varna. Tus Sicilianas o tus
Indias de Rey. Con blancas, siempre 1.e4. O por lo menos eso creyó Spassky,
hasta que en la sexta partida de vuestro match le jugaste 1.c4.
Eres
parte de nuestras vidas. Hemos sufrido el duro camino que seguiste hasta ser
Campeón del Mundo, con la ventaja de que conocíamos el desenlace. Aún nos
maravilla el 6-0 a Taimanov. Todavía más el de Larsen. Como iba yo a saber que
morirías mientras analizaba tu partida contra Petrosian, en Belgrado 1970. La
posición tras 16….Ac6! aún está sobre el tablero, donde anoche la dejé. Estudiaba el tema del peón
aislado. O del peón pasado. Ambos caben. Ahora no podré preguntarte cual de los
dos es más adecuado a la posición.
Hoy ya
leeré "Mis 60 Memorables Partidas" sin preguntarme si el editor te pagó tus
derechos de autor, si parte del dinero que pagué por él, llegó hasta ti.
Seguiré viendo tus partidas, imaginándote ante el tablero con tu jersey de
rayas, o tus trajes impecables. Siempre con la cabeza entre las manos, volcado
sobre la mesa, clavando los codos en busca de la verdad. Sin regalar las tablas. Preguntándome cómo
Geller o Thal pudieron ganarte tantas veces. O cómo no pudiste rematar al
Patriarca en aquel maldito final. O si te hubieras cortado una oreja de no
haber ganado a Smyslov.
Ahora,
por fin, podrás recuperar aquel 4-0 que te endosó Misha. Te estaba esperando, seguro, con el tablero bajo el brazo y sus sacrificios en la chistera.
Gracias,
Bobby. El ajedrez es la vida.
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