Déjalos, no les contradigas, ignora que se comportan como censores, busca el lugar que tu obra merece, lejos de esos que cancelan, impiden, abuchean, queman, maldicen, patalean, ignoran, tachan o desprestigian lo que escribiste, compusiste, pintaste, esculpiste, cantaste, representaste. Siento pena por ellos, los censores, que cuanto más cierran libros ajenos, más demuestran su ignorancia, intolerancia, estupidez. No cabe ser censor sin ser mala persona a la vez. Esa es su derrota. Quien tapa la boca de otro, merece que se le muerda la mano, que se le inyecte el veneno que para él representa la libertad y no solo la de expresión. Miserables que ven colores en la piel, al tiempo que se los roban al arco iris si van impresos en una bandera. Se llaman cristianos, católicos, pregoneros de un mundo como dios manda por el que jamás preguntarían a un Dios que no les daría la razón. Está de moda la censura. No suele haber modas que perduren, pasajeras todas ellas. Ésta, como diría
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