El Gran Akiba II (Confieso que he leído XVI): Kasparov y sus geniales precedesores I


     Cuando hace algo más de cinco años llegué a Alemania, en mi maleta no llevaba nada que no fuera lo imprescindible para los primeros días. Ropa y poco más. Las únicas excepciones fueron mis trebejos de ajedrez, los primeros que compré con mi dinero allá por 1979 en mi queridísima tienda de Juguetes Elías, y un ejemplar del primer volumen de "Mis geniales precedesores" de Gary Kasparov. Esas piezas son como las flechas del amor que cantaba Karina, van conmigo donde quiera que voy.

   Fueron mi única compañía entonces, aparte de las comunicaciones vía Skype con la familia. Tras recorrer la historia de los jugadores anteriores a los campeones del mundo y la vida y obra de Steinitz y Lasker, primer y segundo campeón del mundo respectivamente, arrinconé el libro. En realidad, arrinconé al ajedrez como nunca antes lo había hecho. Jugaba poco, leía poco, hablaba poco de él. Y lo poco que jugaba, mal, rematadamente mal.

   Desde hace un mes, Caissa ha vuelto. El tablero me llama como lo ha hecho siempre, incluso a gritos. Me dice que después de los 50 aún se puede aprender, competir, crear. Y retomé el libro pendiente. Y me ha regalado las vidas apasionantes de Capablanca y Alekhine, tercer y cuarto campeón del mundo. Vaya dos monstruos, dos maneras opuestas de entender la vida y el juego. Ahora, 160 partidas y casi 500 páginas después, toca cerrar el libro y devolverlo a la estantería. Y abrir el tomo II. Hacía muchos, pero muchos años que no sentía tanta hambre de jaques y mates. Aún me quedan tres campeones antes de llegar a mi admirado Tahl: Euwe y Botvinnik, que no son muy de mi agrado, y Smyslov, el portador de la armonía. Pasaré por aquí a contaroslo.

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