Confieso que he leído XXII: Enderezo descoñecido, Kressmann Taylor.

    Debería de ser lectura obligada en las escuelas, por Literatura y por Historia. 

Por fascinante.

Por sorprendente.

Por tremendamente humano.

    Porque desgrana nuestra naturaleza sin ambages, en primera y segunda personas, desde el tú y yo, desde lo que fuimos y lo que somos. 

    Porque la venganza es un plato que se sirve frío y suele ser privilegio de los inteligentes.

    Max, americano, y Martin, Alemán, son amigos y socios de una galería de arte. Viven en Estados Unidos. Max es judío. En 1932 Martin vuelve a Alemania, donde Hitler comienza su gobierno.

    La novela, epistolar, son en realidad las cartas que se cruzan entre el 12 de noviembre de 1932 y el 3 de marzo de 1934 los dos amigos. No tienen desperdicio. Podrías leer el libro en apenas una hora. No lo hagas. Saboréalo como un buen vino o un flan que lo mereciese.

    Ha estado muchos años, desde 2002, aguardando su turno en mi estantería. No sé porqué he tardado tanto, pero la espera ha merecido la pena. Os ruego que lo leáis. Pocas obras pueden abrir más los ojos. Si no lo encontráis en castellano, hacedlo en valenciano, catalán, gallego, inglés, da lo mismo, posad vuestra mirada en él, y dejad que os invite a sentir. Poneos en la piel de Max. O en la de Martin. O tratad de ser neutrales. Imposible, la neutralidad suele ser injusta. 

    Espero que si lo leéis, hablemos de ello. Será un placer.


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