Diario del Libro de Ramón II: Compañeros de viaje.

    Siempre suelo llevar varios libros en danza. La lectura de "Vivirás mejor que yo" de mi amigo Ramón Martínez, no es una excepción. Quería contaros qué otras obras danzan a su alrededor, unas ya terminadas, otras aún en lectura.

    "En brazos de la mujer madura" de Stephen Vizinczey; "Vivir sin permiso", de Manuel Rivas; la relectura de "Platero y yo" de Juan Ramón; "Diarios de la Revolución de 1917" de Marina Tsvietaieva; "Gema" de Milena Busquets; "Agonizar en Salamanca" (Salamanca tenía que ser, como en la novela de Ramón), de Luciano G. Egido; "Dicen los síntomas", de Bárbara Blasco. "Esto no estaba en mi libro de Historia del Ajedrez", de Antonio Gude. 

    En negrita, los acabados.

   Alguna más ronda por ahí, quizás olvidada durante semanas, pero estas son las obras que no me dejan tranquilo, las que me llaman a cada momento, distrayéndome de la tarea con la de mi amigo.

    A veces me pregunto: ¿por qué tanta lectura al mismo tiempo? No sabría decirlo, es una necesidad compulsiva. Incluso, cuando, por mi trabajo, tengo que pasar toda la semana fuera de casa, meto en la mochila dos o tres de ellos, y además mi libro electrónico "por si acaso". Y no, no pierdo el hilo de ninguno, cuando los retomo, aunque pasen semanas, es como si los hubiese dejado ayer por la noche, tras el Colacao que acompaña siempre mi última lectura del día. Como es el caso de "El coleccionista de almas perdidas", de Irene Gracia: una novela excelente, ingeniosa, original, pero que me despierta una desazón incómoda cuando la leo, como pasa con la visión de las muñecas de porcelana que la protagonizan.

    Hoy le he pedido a Ramón que piense en escribir una obra de teatro: los diálogos de su novela son magníficos, verosímiles, convincentes. Quién sabe, igual algún día me da una alegría.

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