Trovadores I: Escribiendo canciones.

        Si tuviera que recordar la primera vez que comencé a escribir, no sabría dar con la respuesta correcta. Ya de crío quería escribir los más hermosos cuentos de hadas, que ya estaban escritos, claro. En la pubertad intenté contar las historias de una banda de mocosos con aires de adulto, que resultaron estar ya publicadas por Enid Blyton. Así hasta que ya en la juventud, fui encontrando cosas originales para contar. Pero como decía, uno no sabe bien cómo comenzó todo.

       En cambio, el escribir canciones sí que tiene un inicio concreto y justificado. Aquello ocurrió ya en el Instituto, en 1º de BUP. En las excursiones, recreos y demás reuniones espontáneas de la clase, había un compañero que amenizaba al personal con su guitarra, cantando canciones de Tequila y, sobre todo, de Los Pecos. Carlos se llamaba aquel trovador.

      Llegué a odiar a los Pecos, y a Carlos. Y a su guitarra. Y no sólo yo, casi toda la parte masculina de la clase que, con cara de circunstancias, le hacíamos los coros a ver si alguna compañera nos dedicaba alguna de las miradas que en aquellos momentos eran solamente para él. No hubo manera. Las chicas no se cortaban en repetir lo mono que era Carlos, lo bien que cantaba, cuántas canciones se sabe. En fin, envidia cochina, para qué negarlo.

     Pero me motivé. Pedí una guitarra prestada y comencé a practicar acordes. Tardé como un año en sacarle un sonido decente a la guitarra, pero lo conseguí. Cuando tuve un repertorio de acordes suficiente, comencé a tocar canciones conocidas. No caí en Los Pecos ni en nada parecido: Serrat, Aute, Silvio, Victor Manuel, Llach (cuando sólo era cantante y no político). Cierto que este tipo de música no atraía al mismo tipo de público, pero tampoco era mi verdadera intención ligar gracias a la guitarra. Descubrí el placer de cantar letras con sentido, conmovedoras, acompañado de amigos, ellos y ellas, a los que les gustaba el mismo tipo de música que a mí. Fue un aprendizaje maravilloso el participar de aquellas sentadas espontáneas, los domingos en la Glorieta de mi ciudad, Novelda, cantando Al alba, Para la libertad, Albanta, El cobarde, Te doy una canción...

    Y de ahí vino el componer canciones. La primera en 1983. La última en 1996. Mi opus prima fue un desastre, del que nadie se dio cuenta. En un acto del Instituto, que se celebró en los escenarios de la CAAM, canté una canción propia. Gustó. No fue lo que se llama un éxito local, pero gustó. Y debo de agradecer que en aquellos momentos la concurrencia no fuese precisamente seguidora de Lluis Llach, porque la música era un plagio descarado de "Per un tros del teu cos". O al menos eso me parecía a mí. No la volví a cantar nunca. La letra, original mía, esa sí, fue a la papelera. Tardé un año y medio en atreverme a escribir otra.

     Hoy quiero compartir con vosotros la última canción que escribí, allá por 1996. Han pasado 21 años. Muchos, sí. Pero también es cierto que en 1997 se publicó mi poemario "Heptágono celeste" y cerré un ciclo, no más poesía. Hice una excepción: cuando murió un ser querido, muy cercano, a quien dediqué un Réquiem que se publicó en los "Quaderns de la Mola". Y por otro lado, las oportunidades de cantar públicamente, no ya en un escenario, sino sentados en el suelo, en grupo, disfrutando de estar juntos, no son las mismas que con 30 años menos. Espero que os guste, Trovadores.

Ozono (1996)

No creas que es verdad
ni que merece la pena
rodearnos de comodidad
al precio de toda una Tierra.
Dejar al bosque sin hogar
y en su lugar
una escombrera.

El precio de sobrevivir
cuántas pintadas lo condenan.
El mar a punto de morir
de tantos hay que lo envenenan.
Cuando a la orilla va a llorar
en su lugar
encuentras pena.

Mirad
que hoy juega divertido el oso polar, 
que la vida no es un juego de ajedrez
en donde todos pierden
al morir el rey.

Su sonrisa le han robado
a la lluvia y a la luz;
y los colores de su arco
de aquel cielo tan azul.
Del tesoro del final
en su lugar ya nada queda.

El ciervo y el alazán.
El faisán y su pareja
y otros tantos sin hogar
y sin quien que los proteja.
Qué triste el monte hoy estará
cuando al censar
nadie aparezca.

Quizás
aún veas el plumaje de un pavo real.
Y juegues con la ardilla a saltar
por los árboles que apenas hoy nos quedan ya.

Yo no sé
la herencia que podré dejar
a los que vienen por detrás.

Mirad
que hoy juega divertido el oso polar, 
que la vida no es un juego de ajedrez
en donde todos pierden
al morir el rey.

Comentarios

  1. El artista se viste de su creación para sentirse a gusto consigo mismo. Luego pasea por la vida, por alamedas de detractores, de envidiosos, de indiferentes y de amantes apasionados. A paso firme, con los rizos de su quehacer al viento.
    (Francis N)

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    1. Y al pasear se encuentra uno con polvo de hadas en manos de personajes irrepetibles que se alojan en tu memoria para siempre. Y en el corazón.

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    2. http://palabraspuestas.blogspot.com.es/?m=1

      Lleva tiempo cerrado, pero creo que me gustaría que le echaras un vistazo (F.N.)

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    3. Te leo de vez en cuando, querido amigo. Tu blog lo tengo en la barra de favoritos. :)

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