Confieso que he leído XX: Seda salvaje, Eloy Tizón.

    Escribir en primera persona una novela, aunque se trate de una novela corta, es arriesgado. Ya en un relato puede resultar pedante, egocéntrico más bien, ya que todo en la historia gira en torno al narrador-protagonista, pues difícilmente aparecerá otro punto de vista que no sea el suyo. No voy a decir que huya de los textos escritos con esa perspectiva, pero si que los recibo con algún recelo, los supongo sospechosos de no encontrar en ellos lo que prometen.

    Pero Eloy Tizón no es un escritor cualquiera. Sí, me di cuenta enseguida del narrador elegido: no llegó la suspicacia en ningún momento, tampoco la esperaba. Podría Eloy escribir una novela de mil páginas con apenas quinientas palabras distintas, y sería una obra hermosa en la que no echaríamos nada de menos, porque con pocos ingredientes, es capaz de combinar un guiso que sacie a los paladares más exigentes. Eso es Seda salvaje, la historia de una obsesión, que no voy a desvelar aquí, llevada al extremo, contada como un viaje interior que sale a la calle a buscarse problemas.

    Tizón no solo crea una novela de desasosiego ciñendo ese sentimiento únicamente al protagonista, sino que también juega con el lector, nos trae y nos lleva en el tiempo, desdobla personajes, sobre todo a Fátima, la novia del protagonista, sin que sepamos en cada momento en qué versión de ella estamos centrando nuestra atención. La intemporalidad de la acción nos la desvela el autor en un momento, casi al final de la novela, donde nos obliga a leer dos veces: en un momento dado, Esteban conoce a la nodriza de su novia, una mujer de noventa años. ¿Noventa años? O Fátima es una mujer ya mayor, o la anciana la amamantó con más de sesenta años de edad. Esa escena nos obliga a replantearnos en gran medida todo lo leído. Es un golpe fuerte sobre el lector,  pero con ello Tizón está pidiendo nuestra intervención, que actuemos sobre la historia. Es un detalle que puede pasar desapercibido, pero el reparar en él hace la lectura aún más interesante si cabe.

    De alguna manera, me ha recordado a "Todos los nombres", de José Saramago, en varias cuestiones: el tema, una obsesión irracional por el control ajeno,  la atmósfera asfixiante que recrea y, finalmente, el desenlace. ¿Quién bebió en la fuente de quién? La novela del Premio Nobel es posterior a la de Eloy, pero no sabemos si Saramago leyó "Seda Salvaje". Es más, por las fechas, supongo que cuando se publicó esta novela corta, "Todos los nombres" debía de estar en fase de escritura, incluso de corrección. ¿A qué se puede deber esta casi coincidencia? Hace años, en 2004, tuve la oportunidad de charlar vía correo electrónico con Miguel Delibes, en un cuestionario que accedió a contestar, y a una pregunta parecida dijo que los escritores vivían experiencias similares y coincidían en preocupaciones, y que no era extraño que compartieran temas o incluso estructuras. Creo que este fue el caso.

    No es la primera vez que comento en este blog una obra de Eloy Tizón. Es un escritor imprescindible de nuestras letras. Os recomiendo de corazón su lectura.

Comentarios

  1. Apuntó esta lectura ya no en mi lista cada vez más larga de libros pendientes de leer Sino en libros a leer Ya. Tu magnífica reseña y tú alusión a Saramago hacen que desee tener el libro en mis manos. El título me recuerda a la famosa novela "Seda" también magnífica. Te felicito por ese intercambio con Delibes, otro de los grandes, y concuerdo con su opinión. Cuántas veces nos pasa a nosotros mismos, por lo menos a mí, que solo soy una aficionada que escribimos algo y después leemos algo parecido de otra persona. Se nota mucho en los grupos de taller, que a veces sobre una imagen coincidimos en escribir textos muy parecidos. Bueno, que me enrollo mucho, gracias por esta recomendación de lectura, Luis. Un abrazo.

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  2. Reconozco que siento debilidad por Eloy Tizón. Me recuerda a Manoliño Rivas, pero sin esa saudade tan típica de nosotros los gallegos, sin que mi comentario suponga ninguna comparación entre ellos. Sí que es cierto que muchas veces cuando escribimos, aún aficionados como bien dices, tenemos muchos puntos de coincidencia, bien en los temas, bien en las formas o estructuras. Pero también es cierto que compartimos algo más importante, que son las sensibilidades, y eso de alguna manera nos une.
    Lo de Delibes fue gracias a la Editorial Destino. Organicé una tertulia en mi librería sobre Cinco horas con Mario, y accedió a contestar unas preguntas vía email. Fue todo un honor. Un abrazo enorme, Manoli.

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