Cuaderno de bitácora IX: Obituario, Juan Marsé (1933-2020)

¿Quién soy yo para hablar de ti? Ni siquiera estoy seguro de que merezca leerte, porque he llegado tarde, muy tarde. Prejuicios heredados de los que no supe zafarme a tiempo y que ahora, hace poco, me obligaron a buscarte de repente, a borbotones, a leer tus novelas sin medida ni comedimiento para ponerme al día. Pero no he llegado, te has marchado sin que mi lectura completara tu obra. Malditas bragas. Sí, las de oro, las de aquella muchacha que te llevó al Planeta, ese premio que mi madre regalaba por navidades a mis hermanos. Ese año no. Le molestaba que el título hablara de bragas, y te hizo la cruz. Y te la hice yo, que tenía apenas 13 años y mis lecturas no pasaban entonces de Enid Blyton, Julio Verne y Vázquez-Figueroa. Sin saber de ti, sin haberte leído, heredé la distancia de mi madre hacia tus novelas.

    He tardado cuarenta años en abrir tus páginas, toda una posguerra. Si me escuchas desde algún sitio donde vayáis los genios al morir, perdóname Marsé. Aún no he leído la novela de las bragas, lo haré, lo prometo, es una deuda que mi madre y yo tenemos contigo, la leeré también por ella para que vea que no es para tanto, que merece la pena abrir unas páginas al alcance de muy pocos escritores, aunque el asunto vaya de ropa íntima femenina. También es casualidad que te hayas ido el día de su cumpleaños, ella cumpliría hoy cien años; seguro que sale a tu encuentro para decirte que lo de las bragas, las puñeteras bragas, fue un malentendido.

    Gracias por todo lo que nos has dejado. Somos huérfanos de ti, pero la herencia recibida merece el molde de una sonrisa. Descansa en paz, Juan.


 

Comentarios

  1. Te ha pasado como a mí. No pude yo con Marsé en su momento, ni con su "Si te dicen que caí" yo también era muy joven y él mucho Marsé ya. Recuerdo más su Últimas tardes con Teresa, pero su atmósfera se me hizo muy axfisiante en aquellos años y unido a mis circunstancias personales. Hablas de tu madre, te mando mi cariño, en mi caso mi hermana se llamaba Tere, con eso ya tbién te digo todo.

    Llegamos tarde a Marsé, pero en su honor he de decir que la muchacha de las bragas de oro era otra luz, otra cosa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Llegamos tarde, cierto, pero como dices, Marsé ha sido siempre mucho Marsé, quizás si lo hubiese leído más joven no lo hubiese apreciado como lo hago ahora. Lo mismo tengo que estar agradecido a mi madre por no comprar el premio Planeta aquel año. Un abrazo enorme, Manoli.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Cuaderno de bitácora XIII: Censura

El baúl de las palabras I: Retestero.

Cuaderno de bitácora XV: Mirando por la ventana